Pere Joan Oliver Orell, ante uno de los naranjos de la finca situada en el Pla d’en Bieleta, de Sóller. | Lluc Garcia

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Si no existe el término ‘neoagricultor’, debería acuñarse para aplicarlo a personas como Pere Joan Oliver Orell (Sóller, 1979). Fotógrafo freelance de profesión, desde hace unos años se ha tenido que reinventar como agricultor, un mundo que para él era desconocido a pesar de que familia poseía terrenos agrícolas en el valle de los naranjos. «El detonante fue mi enfado al visitar un día el huerto familiar del Pla d’en Bieleta, que estaba arrendado, y ver que estaba gestionado con criterios de hace décadas, bastante abandonado, con árboles viejos, injertados una y otra vez y con una bajísima producción», explica Pere Joan. Por lo que decidió involucrarse.

Cuatro años después, Pere Joan Oliver está completamente implicado con la agricultura y actualmente es el vicepresidente de la Cooperativa Agrícola de Sóller y secretario de las cooperativas alimentarias de Baleares y de la Federació de Cooperatives de Balears.

Según manifiesta, «empecé renovando la plantación de cítricos de nuestro huerto familiar, de una quarterada de superficie, y poco a poco he ido arrendando otros huertos de Sóller hasta un total de unos 20.000 metros cuadrados, destinados a cítricos y aguacate mayoritariamente».

Desde sus inicios en la payesía, Oliver ha tenido claro que si se quería dedicar a esto de forma profesional «había que adaptarse a los nuevos tiempos, por lo que la automatización de riego y abono, manejable a distancia mediante tecnología móvil, era uno de mis objetivos».

Pere Joan cree que uno de los secretos de la rentabilización de la agricultura productiva moderna es «acompasarse con la demanda y adaptarse más a lo que en cada momento piden los consumidores y el mercado». Explica que han payeses que «toda la vida han producido un determinado producto y se quejan de que no tiene salida, por lo que hay que preparar los cultivos de acuerdo con las tendencias del consumo, como ya hacen muchos restaurantes en sus propios terrenos de cultivo».

Como otros agricultores de Sóller, bastantes de ellos personas jóvenes que buscan nuevas oportunidades en el campo, Pere Joan se ha podido beneficiar de la gran campaña de renovación de huertos de cítricos que ha impulsado la Cooperativa Sant Bartomeu, de cuya junta directiva ahora forma parte. «Se han sembrado 5.000 nuevos naranjos en el valle, sustituyendo árboles viejos y enfermos, sin apenas producción», recuerda. «En uno o dos años estos huertos empezarán a producir y habrá que dar salida a este producto, lo que implica un reto para nuestra cooperativa».

Oliver reflexiona sobre el futuro del campo mallorquín y cree que «la especulación dificulta la obtención de terrenos que podrían dar muy buen resultado porque el campo se ha convertido en una zona residencial, lo que en muchos casos ha supuesto el abandono de las tierras con fines de producción».