Joan Miquel Torres alimenta a varios ejemplares de ‘porc negre’. | Pep Córcoles

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Entre las piedras desnudas y quemadas por el sol que la acción incesante del ganado ha puesto al descubierto entre los almendros muertos de la finca de Son Rossinyol de Sineu pace la piara de cerdas de Joan Miquel Torres, un joven ganadero, vocacional, pero obligado por las circunstancias. Joan Miquel es el hijo de Tomeu Torres, presidente durante treinta y dos años de la Associació de Criadors de Porc Negre Mallorquí. Una grave enfermedad ha apartado a Tomeu no solo de la presidencia sino también de la actividad profesional, y así, a sus veintiséis años, Joan Miquel se ha hecho cargo de la ganadería y de las cincuenta quarterades de terreno en el que produce el cereal con el que alimenta a sus animales.

«Me encuentro en un momento de transición en el que estoy intentando dilucidar si dedicarme por completo a la ganadería o continuar como hasta ahora, a tiempo parcial, a la vez que sigo ejerciendo mi profesión como mecánico de maquinaria agrícola», afirma el joven. «Lo cierto es que resulta agotador y económicamente difícil», apostilla.

Los cerdos viven en libertad en una fnca de Sineu. Fotos: P.C.

La jornada de Joan Miquel empieza a las seis y media de la mañana. Él explica: «Me levanto, desayuno, paso por la finca para dar de comer a los animales y me voy a mi trabajo. Tengo la suerte de trabajar arreglando maquinaria agrícola y para ello me desplazo por diferentes fincas y lugares sin tener que estar encerrado todo el día en un taller. Hago eso hasta las siete de la tarde, después vuelvo a la finca para cuidar de nuevo de mis cerdos y diferentes labores que requiere. Eso implica que los trabajos de arado y siembre que se desarrollan en meses otoñales o invernales las hago de noche. Por ello ya adquirí un tractor con cabina, que por cierto estoy pagando a plazos pues el trabajo es mucho, pero la rentabilidad no tanta».

Sin, embargo, reconoce que laborear en su finca le despeja del estrés del trabajo como mecánico. En la actualidad dispone de veinte cerdas para cría con las que produce unas doscientas cincuenta o trescientas lechonas al año. Joan Miquel reconoce que «para dedicarse a tiempo total y que sea rentable es necesario un número mínimo de cien cerdas, pero también una inversión económica enorme que con los tiempos que corren asusta mucho». El joven ganadero sostiene que mientras pueda seguirá alternando los dos trabajos: «Me gustaría poder hacerlo a tiempo total como lo hizo mi padre toda la vida; pero él mismo me dice que es mejor tener una nómina además». Las lechonas que cría, de pura raza mallorquina, se comercializan básicamente a través de un importante restaurante del norte de Mallorca y de otro payés de Llucmajor que se las compra para engorde. «Además siempre vendo alguna a particulares del pueblo o de la comarca, bien para consumo o para engorde», agrega Torres.