El actor Miguel Herrán durante la presentación de la película 'Valle de Sombras' este martes en Madrid. | Sergio Pérez

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En el Himalaya, en pleno rodaje de 'Valle de sombras', una película de aventuras y supervivencia de Salvador Calvo que llega a los cines este viernes, se enteró Miguel Herrán de que iba a ser padre. «Fue una locura», ha dicho a EFE, «me hizo ilusión desde el minuto uno». Hace ahora nueve meses, Herrán se encontraba en las montañas del norte de la India, acompañado por su novia y el resto del equipo del filme, cuando ella le dio la noticia.

«Fue muy emocionante, pero también me dio miedo porque era un embarazo a cinco mil metros, nos dijeron que la niña podía morir por hipoxia, la madre estaba cansada y no se estaba alimentando bien porque la comida de la India no es a lo que nosotros estamos acostumbrados», recuerda.

«Era un choque de sentimientos y de sensaciones muy, muy loco, muy bestia», admite el actor, que se dio a conocer en 2015, después de que Daniel Guzmán le fichara en la calle para protagonizar su opera prima, 'A cambio de nada', por la que obtuvo el Goya al mejor actor revelación. Después llegaron las series 'La casa de papel' y 'Elite', que le han granjeado un gran éxito y popularidad, sobre todo en España y Latinoamérica.

Herrán cuenta que el día en que se enteró de que iba a ser padre tenía que rodar una escena especialmente dramática en la que su personaje tenía que emocionarse, junto a Alexandra Masangkay, que interpreta a una monja budista. «Ella me estaba contando su pasado y yo, entre que la estaba escuchando y me acordaba de que iba a ser padre, claro, estaba todo el rato flipando, fue un momento muy bonito», asegura.

Más allá de esos momentos, confiesa que rodar en el norte de la India le supuso un importante choque cultural. «Tú vas en el coche y estás viendo a niños de cinco años picar piedras en las carreteras, ¿cómo no va a ser chocante?», declara. «O de repente van cuatro niños sin casco en la moto, es que es chocante, porque no tiene nada que ver con lo nuestro, que no por eso lo tienes que juzgar», señala.

«Lo que tienes que hacer es entenderlo, pero es verdad que al principio es difícil, porque nosotros estamos acostumbrados a unas normas y a una manera de convivir que no tienen nada que ver con eso», agrega. Lo que sí le hizo disfrutar fue el paisaje. «Si te gustan las montañas como a mí, que me gustan las piedras, las rocas, las cuevas, eso es un espectáculo, es como un parque de atracciones, pero por otro lado sentía miedo, era como sentir la libertad extrema dentro de una cárcel de montañas, muy raro».