Entre los referentes familiares de Cèlia Riba figuran el poeta Josep Maria Llompart y Encarna Viñas.

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Es ágil en las respuestas, precisa en las explicaciones. Conversamos en C/ Llorenç Riber, 18, que fue templo de las tertulias literarias de los años sesenta y setenta. Cèlia Riba (Madrid, 1957) se licenció en Filología catalana (UB, 1979). Entre sus referentes familiares figuran el poeta Josep Maria Llompart y la esposa de éste, la pedagoga Encarna Viñas, cuyo perfil en bronce ya preside la confluencia de las calles de Antillón y la citada de Riber.Le pregunto qué sensación le produce encontrarse, al salir de casa, con Encarna Viñas, su tía, de pie sobre una peana.
Cèlia Riba.- No puedo evitarlo: me sonrío al verla. Si llega a saber que iban a esculpirla en bronce se hubiera avergonzado. Ya la estoy oyendo: Que si yo no me lo merezco... Que si alguien se lo merece es Pep,
mi marido... Se infravaloraba. Erróneamente, claro, porque Josep Maria Llompart fue quien fue gracias a ella.
Llorenç Capellà.- ¿En qué le ayudó?
C.R.- En todo. Tanto en el aspecto cívico como en el poético. Además, le facilitaba la vida, de manera consciente, en plan de persona que se sacrifica por algo que vale la pena.Ella misma me lo confesó. Recuerdo sus palabras: "En Pep fa una obra important i jo he de procurar que la pugui fer". Delataba un
cierto aire de protección maternal en la forma
de tratarle. Pero así fueron felices, no se
crea...
L.C.- ¿Qué quiere decir?
C.R.- Que congeniaban muchísimo. Compartían gustos, aficiones. Además, Encarna le admiraba sin reservas. Aunque no por ello dejaba de ser crítica con su obra poética. Cuando él empezó a escribir poemas en prosa,
ella no lo veía claro.
L.C.- Pero dio el brazo a torcer.
C.R.- Porque tuvo que admitir que los poemas eran magníficos. Sus discusiones no eran fruto de la terquedad, sino que suponían un intercambio de pareceres, siempre enriquecedor para ambos. Ya le digo, compartieron una vida en común sin reservas. Incluso
trabajaron juntos en "Papeles de Son Armadans"...
L.C.- Con Cela.
C.V.- Encarna siempre lo recordó con cariño.¿Que Cela era grosero, déspota...? Según ella pura pose. Afirmaba que era todo lo contrario.
L.C.- Vuelvo a preguntarle por su familia...
C.R.- ¿De quién le hablo...?
L.C.- De Cèlia Viñas, otra poetisa y pedagoga insigne.
C.R.- Fue la hermana mayor de Encarna.Luego estaba la menor, Gabriela, mi madre, que se inclinó por las ciencias. Cèlia murió joven, algunos años antes de que yo naciera. Y la mitificaron. Encarna la adoraba, porque había sido una mujer inteligente, seductora... Además, Encarna pudo licenciarse en Filosofía y letras porque Cèlia la mandó a Barcelona y le sufragó los estudios.
L.C.- Los Viñas tenían una posición desahogada. Don Gabriel, el cabeza de familia, era catedrático de pedagogía en la Normal...

C.R.- Antes de la guerra, sí. Después lo apartaron temporalmente de la cátedra por ser republicano y tuvo que ganarse la vida modestamente, haciendo de oficinista en una fábrica textil. Así que los abuelos se esforzaron para pagar los estudios de mi madre, porque eran conscientes de que mi madre era un cerebrito que no podía malograrse. Estudió ciencias naturales y fue premio extraordinario de final de carrera en una promoción en la que había científicos de una proyección indiscutible como Ramon Margalef.
L.C.- ¿Me está diciendo que Encarna no destacaba en los estudios?
C.R.- Los abandonó y también trabajaba de oficinista. No obstante, Cèlia consiguió que los retomara. Ella, Cèlia, estaba de catedrática de Lengua española en un instituto de Almería.
L.C.- En caso de no morir tan joven ¿hubiera regresado a Mallorca?
C.R.- No puedo afirmárselo. En Almería fue feliz. Por otra parte, no creo que hubiera abandonado la isla por aquello de que había ganado unas oposiciones en la península. La Mallorca de la posguerra ya no era la de su juventud. Se crearon resentimientos…
L.C.- Usted, por parte de padre, es nieta de otra pareja ilustre de la poesía: la formada por Carles Riba y Clementina Arderiu.
C.R.- El abuelo murió siendo yo un bebé. Aún así recuerdo vagamente a un señor con un jersey abrochado que me sostenía en brazos. Me han dicho que era él.
L.C.- Recordará con más detalle a Clementina Arderiu…
C.R.- Claro. Si murió en el setenta y seis, estando yo en la universidad… Era inteligente, observadora, de carácter más bien seco, de educación muy estricta… Me dio a leer las novelas de Victor Català, de Miguel Delibes. Y de Mercè Rodoreda cuando aún no se había convertido en la novelista indiscutible
de la literatura catalana. Por cuestión de cuna he sido una privilegiada. Lo sé. De niña, mi madre me decía “ves a fer companyia a l'àvia”. Y “l'àvia”, para mi fortuna, era Clementina Arderiu.
L.C.-…
C.R.- A Carles Riba se le ha tratado injustamente. Maria Aurèlia Capmany le tenía inquina. Y Maria Aurèlia, además de una escritora muy leída, fue concejal de Barcelona en tiempos de Pasqual Maragall. Y Ferran Mascarell, el actual conceller de Cultura de la Generalitat, tampoco lo valora. ¿Qué pasa con Carles Riba…? Y yo qué sé. ¡Si la ciudad le dedicó una calle en las afueras…! Además, se dicen cosas… Se ha dicho de él que habitaba en una torre de marfil. Incluso que era insolidario.Y no es así. Era tan generoso que fue víctima de su propia generosidad.
L.C.- A Josep Maria Llompart, después de su muerte, tampoco se le ha valorado como es debido.

C.R.-Ya lo sé. A Llompart se le consideró el poeta emblemático de las Illes. Pero tan pronto murió, el poeta emblemático fue

“ A Llompart se le consideró el poeta emblemático de las Illes. Pero tan pronto murió, el poeta emblemático fue Blai Bonet. ”

Blai Bonet. Además, los lectores de Llompart se quedan con dos de sus primeros poemarios, Poemes de Mondragó y La Terra d'Argensa.Y su obra cumbre comienza con Mandràgola y se acerca a la perfección con Jerusalem.
¿Que se le tiene marginado…? Más bien infravalorado. Es sintomático que en la UIB aún no se haya hecho ninguna tesis doctoraln sobre su obra.
L.C.- Le cambio de tema. Encarna Viñas era de izquierdas.
C.R.- Lo fue siempre. Por convicciones ideológicas y porque vivió la represión muy de cerca. Detuvieron a su padre, un profesor que no se había metido en nada. Y presenció el registro que un grupo de falangistas hizo en su casa. Jamás lo olvidó ni lo perdonó.
L.C.- El padre de Josep Maria Llompart fue coronel.
C.R.- Y naturalmente los Llompart eran una familia de derechas que simpatizaba con los golpistas. Eduardo, un hermano de mi tío, fue falangista… Ahora bien, ninguno de los Llompart intervino en la represión. Aunque Blai Bonet acusó públicamente al coronel Llompart de haber tenido algo que ver. Mi tío ya había fallecido. Y Encarna le pidió explicaciones.
L.C.- ¿Y…?
C.R.- Le dio la callada por respuesta. Pero lo suyo fue una infamia. Ya le digo: es cierto que los Llompart fueron de derechas. De hecho, no les hizo ninguna gracia que mi tío se enamorara de Encarna. Era hija de un rojo, de un depurado…
L.C.- ¿Cómo es posible que en el desierto cultural de la Mallorca de la posguerra surgieran los poetas de la llamada Generació dels 50?
C.R.- Porque en aquel desierto había más de un oasis. La actividad literaria que se generaba en torno a Francesc de Borja Moll y de la Editorial Moll era un oasis. Manuel Sanchis Guarner era otro oasis. Y el Pare Batllori otro…
L.C.- Centrándonos en Llompart. ¿Coincide conmigo en que su activismo político le
robó muchas horas de poesía?

C.R.- Plenamente. Y conste que él no tenía madera de líder. Pero entre unos y otros lo empujaron a asumir una imagen pública que no sintonizaba con su forma de ser. ¿Cómo se explica su actitud...? Entendiendo
la época. En los comienzos de la democracia faltaban líderes, he ahí la cuestión. Incluso Josep Melià quiso enrolar a Encarna en Unió Autonomista. Le dijo que necesitaban a una mujer para figurar en la candidatura.
L.C.- ¿Y ella...?
C.R.- Le respondió que se buscara a otra porque no se consideraba un florero.
L.C.- Entiendo.
C.R.- Encarna fue una pedagoga extraordinaria que se inspiraba en los principios del Instituto Libre de Enseñanza. Y en el trato personal, era inocente y, paradójicamente, muy intuitiva. En sus últimos momentos pudo más la inocencia y no vio cómo se le iba apagando la vida. Hacía planes de futuro:
trabajaré en esto, decía. Trabajaré en lo otro...
L.C.- Josep Maria Llompart murió primero. ¿Cómo sobrellevó su pérdida?
C.R.- Muy mal. Se rebelaba contra el destino. Comentaba que en Pep aún tenía muchos
poemas por escribir, que se fue en plena actividad... Lo añoró siempre.
L.C.- Usted vive en la casa de ellos, rodeada de libros, de cartas, de recuerdos.
C.R.- A veces no sé ni dónde ponerme. Y ya es hora de que decida el destino que le doy a todo este legado. Quisiera depositarlo en alguna institución mallorquina. Pero ¿en cuál...? Lo cierto es que también estoy sopesando la posibilidad de cederlo al Institut d'Estudis Catalans o al Arxiu Nacional de Catalunya.
L.C.- Entre tantos papeles también habrá
fotos...
C.R
.- Bastantes. Aunque no suelo mirarlas. No soy fetichista. Y las fotos traen recuerdos y añoranzas. Voy a lo práctico. Así que cuando me meto entre papeles lo hago para escanear documentos que me han solicitado o que intuyo que van a servir a éste o a aquél. Y lo hago por voluntad de servicio, porque la verdad es que son pocos los investigadores que se me acercan en demanda de algo concreto.
L.C.- Encarna Viñas está ahí fuera, en bronce.
C.R.- Ya le he dicho que se sonrojaría si pudiera verse...
L.C.- Sostiene un libro entre las manos. Si ella hubiera podido escogerlo ¿qué libro sería?
C.R.- Con toda seguridad uno de su esposo. Probablemente Poemes de Mondragó. Lo sentía como algo vitalmente propio. Y es natural. Fue el primer libro.Y refleja infinidad de vivencias compartidas