Artur Parrón | S. Amengual

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Esboza una perenne sonrisa, irónica y lejana. Es cauto. Y da la impresión de que dice menos de lo que sabe. Artur Parrón (Eivissa, 1973) se licenció en Historia Moderna y Contemporánea (UAB, 1996). Ha publicado diversos estudios sobre la Guerra Civil en Eivissa y Formentera. Su último libro: "L'Exili Balear a Mèxic" (Documenta Balear, 2009). Bartomeu y Lluís Bestard Oliver, comerciante y patrón de cabotaje respectivamente, sobrinos de Miquel del Sants Oliver, llegaron a Veracruz el 27 de julio de 1939. Encabezan una lista de olvidados, que evidencia las contradicciones de un estado, el español, que se define como un firme defensor de los derechos humanos y se niega a pasar cuentas con el franquismo. La lista es larga: Jordi Benejam (sindicalista); Bartomeu Bosch (médico) y Josefina Miró; Manuel Cabrera (mecánico); Gabriel Capó (psiquiatra); Francesc Carreras (gobernador civil de las Illes Balears); Joan Carretero (contable), Pilar Carretero y Catalina Capó; Antoni Coll (abogado); Pere Colom; Joan Comas (antropólogo); Joaquim Conforte (mecánico); Ignasi Ferretjans (político) y Francesca Pol; Carmel Fiol (chófer); Manuel Fresno (militar); Emili Garcia Riera (autor de la "Historia documental del cine mexicano"); Jaume Ginard (perito mercantil y alcalde de Maria de la Salut), Margalida Monjo (farmacéutica) y el hijo de ambos, Jaume (ingeniero); Vicenç Guarner (director de la Escola d'Estat Major de Catalunya); Manuel Móra (médico), Jeanne Marquès y sus tres hijos; Gabriel Marroig (cocinero); Lluc Marroig (telegrafista); Joan Medina (médico) y Lluïsa Oliver; Maria Moure (estudiante derecho); Miquel Nadal (funcionario de telégrafos); Francesc Navarro (perito mercantil); Joan Naves (radiotelegrafista); Antoni Palerm Torres (industrial), Josefa Vich (mecanógrafa) y Àngela Vich (modista); Antoni y Joan Antoni Palerm Vich (militares); Àngel Palerm Vich (antropólogo); Joan Pere Paul (empleado); Joan Perelló (líder de la FAI) conocido como Liberto Callejas; Llibertat Picornell (comité presidencial de la Unió de Dones de Catalunya); Marcel·lina Poncela; Ignasi Ponsetí (cirujano); Isabel Pou (bordadora); Fernando Redondo (miembro del Estado Mayor del Ejército Republicano); Josep Riera (camarero); Maria Riera ( modista); Jaume Riera (estibador); Josep Ripoll (camarero); Joan Rosselló (funcionario); Estanislau Ruíz (doctor en ciencias exactas e ingeniero industrial); Baltasar Samper (compositor i folclorista); Joan Sancho (funcionario); Antoni Maria Sbert (Conseller de Cultura de la Generalitat); Pau Seguí (mecánico); Bernat Serra (médico); Francesc Sintes (ingeniero); Josep Tomàs Renteria (odontólogo y alcalde de Palma) y Pazzis Pons Sureda; Pere Torres (maestro); Adolf Tudurí (metalúrgico); Jaume Vidal Isern (policía); y Just Tur (abogado). Le pregunto, en referencia al exilio mexicano, de cuántas personas estamos hablando. Me responde:
Artur Parrón.- De sesenta y cinco. Al menos éstas son las que se hallan catalogadas en los archivos de Ciudad de México. Dieciocho eran de Menorca, doce de Eivissa y, el resto, de Mallorca. Llorenç Capellà.- ¿Y cuál es la franja de edad predominante?
A.P.- La que va de los quince a los treinta y cinco años. Era, por tanto, gente joven. Y, en su mayoría, muy preparada profesionalmente. Había seis médicos, un químico, una farmacéutica, un músico...
L.C.- ¿El momento álgido de la inmigración española se concentró...?
A.P.- En los meses siguientes al final de la guerra. Aunque en el treinta y siete ya habían desembarcado en Veracruz los llamados "Niños de Morelia" y, en el treinta y ocho, los intelectuales que formaron la Casa de España, embrión del actual Colegio de México.
L.C.- ¿Quiénes fueron los "Niños de Morelia"?
A.P.- Un total de 456 menores, huérfanos de la guerra, que viajaron en el Mexique. Fue gracias a una gestión de diversas asociaciones de ayuda a la República con una especial implicación de Amalia Solórzano, la esposa del presidente Lázaro Cárdenas. Se instaló a los niños en Morelia, en la Escuela Industrial España-México, de ahí el nombre.
L.C.- En referencia a los exiliados de les Illes Balears...
A.P.- Algo más de la mitad llegaron a México en el treinta y nueve, a bordo del Sinaia, del Ipanema y del Mexique. Aunque uno de ellos, Pere Colom, de Sóller, llegó un año antes. Pero exceptuando que consiguió la nacionalidad mexicana en el cuarenta y uno, no se sabe nada de él.
L.C.- Usted ha residido en México...
A.P.- Entre el noventa y siete y el dos mil cuatro, con un intervalo de dos años en que estuve en Eivissa. Así que tuve oportunidad de conocer a muchos exiliados españoles, de hecho hice mi tesis doctoral sobre el exilio español en México, pero únicamente pude contactar con un mallorquín, Jaume Ginard Monjo, que se exilió siendo niño.
L.C.- ¿Se refiere al hijo de Jaume Ginard Mestre, el que fuera alcalde de Maria de la Salut...?
A.P.- Exactamente. Hijo de Jaume Ginard y de Margarida Monjo. Aunque emigrara siendo un niño, es de los pocos que mantienen relación con su tierra de procedencia. Creo que también regresó un nieto de Bernat Serra, aunque fuera temporalmente.
L.C.- ¿Quién fue Bernat Serra...?
A.P.- Un médico de Palma afiliado al Partit Republicà Radical-Socialista Independent, luego Esquerra Republicana Balear. La guerra le sorprendió aquí, en Mallorca, y estuvo preso en Can Mir y otros centros penitenciarios hasta que, en el treinta y ocho, pudo ser canjeado.
L.C.- ¿Regresó...?
A.P.- Nunca. Murió añorando Mallorca, pero creía, y con razón, que aquí se le odiaba. En cambio, en México, alcanzó prestigio y reconocimiento, tanto por sus aportaciones científicas como sociales. Uno de sus artículos sobre enfermedades infantiles mereció encendidos elogios del doctor Cravioto, uno de los precursores en el estudio de la relación de la desnutrición infantil con el desarrollo mental. Le digo algo más del doctor Serra...
L.C.- Le escucho.
A.P.- Estando en Tlaxcoapan, en la década de los cuarenta, compró un taxi para que los niños de la localidad pudieran desplazarse a Tula y no se quedaran sin estudios de secundaria. A veces se nos dice que hemos idealizado a los exiliados. Y probablemente es cierto. Aún así, perdimos a gente importantísima que hubieran propiciado un cambio radical en nuestro país.
L.C.- ¿Por qué México los recibió con los brazos abiertos...?
A.P.- Por una identificación ideológica que, incluso, se trasladaba al terreno personal. Cárdenas admiraba a Azaña y le gustaba que le comparasen con él. México vendió armas a la República, cosa que no hicieron las democracias occidentales. Y en los foros internacionales denunció una y otra vez la injerencia extranjera, durante la guerra, a favor de Franco. Así que era lógico que se ofreciera como una segunda patria para los españoles. Luego hay otros motivos, claro.
L.C.- ¿Como cuáles...?
A.P.- México consideraba importante la inmigración europea, y preferentemente española, para desparramarla por las comarcas. Entre las prioridades del Gobierno estaba la de modernizar los cultivos. Pero el proyecto no cuajó.
L.C.- ¿Por qué...?
A.P.- La inmigración española era básica la mente urbana. Con la ayuda económica del SERE, que era el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles, se abrieron talleres, imprentas, escuelas... En cuanto a la agricultura ¿qué puedo decirle...? Se crearon algunas colonias agrícolas, como la de Santa Clara, en Chihuahua. Se integraron en ella un mallorquín, Pere Paul Pons, y un menorquín, Carmel Fiol Pons...
L.C.- ¿Y qué pasó?
A.P.- Duró poco. Una razón la hallaremos en el hecho de que los inmigrantes seleccionados no eran campesinos. Y otra, en las disputas internas de orden ideológico. En el exilio se reprodujeron las mismas diferencias que se habían evidenciado durante la guerra. El SERE estaba controlado por Juan Negrín. El JARE, que era la Junta de Auxilio de Republicanos Españoles, por Indalecio Prieto. Y ambos líderes no congeniaban. Además, en el cuarenta y dos, los fondos ya se habían volatizado.
L.C.- ¿Fue dificultosa la colocación de toda esta gente?
A.P.- El exilio es siempre traumático. Tenga en cuenta que muchos refugiados desembarcaban en Veracruz con lo puesto. Por otra parte, y esta es la lectura positiva, México estaba creciendo de forma desorbitada, tanto urbanísticamente como económicamente, y ello favoreció la integración. Hubo españoles, y entre los españoles los baleares, en toda la trama social. ¡Incluso en el cine...! El periodista Joan Rosselló Clar...
L.C.- ¿Mallorquín...?
A.P.- De Palma. Aunque había residido en Alacant y, durante la guerra, en Barcelona, donde fue subdirector de la Comissió de indústries de Guerra, instalada en Sarrià. Había desembarcado con Bayo, en Portocristo...
L.C.- Acaba de relacionarlo con el cine...
A.P.- Es cierto. Se integró rápidamente en México y se ganó prestigio como crítico cinematográfico. ¡Entre sus méritos se le atribuye el descubrimiento de María Félix...!
L.C.- Aún así, al margen de una rápida integración, ¿tenían conciencia, los exiliados, de que el exilio podía durar toda una vida?
A.P.- En los primeros años, y mientras duró la Guerra Mundial, no. Los había que vivían con la maleta preparada. Incluso he recogido el testimonio de gente que, a medida que los aliados avanzaban, les veía, en los bares, brindando por la vuelta a casa. Confiaban en las democracias occidentales y se equivocaron. En el cincuenta y tres se firmaron los acuerdos entre España y Estados Unidos. Y en el cincuenta y cinco, España entró en la ONU. A partir del cuarenta y cinco o cuarenta y seis, comprendieron que lo de Franco iba para largo. Y se integraron en México. Sus hijos hablaban catalán. Sus nietos, no.
L.C.- ¿Se desvincularon de la política?
A.P.- Con la excepción de unos pocos, sí. Me refiero a los Sbert, Ferretjans... O a Joan Perelló Sintes, conocido como Liberto Callejas.
L.C.- ¿Anarquista...?
A.P.- De la FAI, en la línea de García Oliver. Fue un personaje fascinante. En Barcelona dirigió Solidaridad Obrera y Tierra y Libertad. Era de Palma, aunque algunos biógrafos le consideran menorquín. Y tanto da, porque su centro de relación fue Barcelona. Pregonaba la acción directa. En el veintitrés, cuando la dictadura de Primo de Rivera, tuvo que exiliarse en Bruselas, con Ascaso, Durruti y otros. Ascaso, trabajaba de pintor de brocha gorda. Durruti, en un taller metalúrgico. Y él, de aserrador.
L.C.- ¿Qué otros personajes del exilio le fascinan?
A.P.- Just Tur, un abogado ibicenco, de familia pudiente, que militó en el PSUC. En la República Dominicana, antes de establecerse en México, fundó y dirigió el semanario Por la República. Se dice que el FBI le vigilaba estrechamente. Por esto se estableció en México, un país con mayor libertad. Su madre, Manuela Puget, estuvo seis años en Palma, presa en Can Salas....
L.C.- Cíteme más.
A.P.- El doctor Ignasi Ponseti, una eminencia. Era de Ciutadella, aunque pasó la infancia en Felanitx y estudió medicina en Barcelona. Gozó de prestigio mundial por sus aportaciones a la medicina ortopédica. En el cuarenta y dos, con veintitantos años, ya impartió un curso al personal militar de Fort Leavenworth. Y se incorporó al profesorado de la Universidad de Iowa. ¿Le hablo de otro...?
L.C.- De los que quiera.
A.P.- Fernando Redondo, un militar e hijo de militar, nacido en la Mola. La guerra le sorprendió en Madrid y fue jefe del Estado Mayor de la Primera División Orgánica. Pasó a Francia y, de Francia, se exilió a México. Era masón, especialista en esperanto... Su hija, Luisa, murió en Cuba. Fue castrista. Impartía clases en la Universidad de la Habana.
L.C.- ¿Qué sabe de Bayo?
A.P.- Poca cosa. ¿Por qué me lo pregunta...?
L.C.- Usted ha estudiado el exilio español. Bayo es un enigma.
A.P.- Es cierto. Y para mí lo continúa siendo. Sé que entrenó a la guerrilla de Fidel en el Rancho Santa Rosa, en las afueras de Ciudad de México. Fue en el cincuenta y seis. Estos hombres que adiestró fueron los que iban a bordo del Granma y desembarcaron en Cuba.
L.C.- ¿Gozó de prestigio...?
A.P.- Sin duda. Ingresó en el ejército cubano y fue un referente de la Revolución. Con el Che mantuvo una relación muy cordial. Ambos eran grandes jugadores de ajedrez y en Cuba, el ajedrez, es uno de los deportes nacionales.
L.C.- ¿Los mallorquines participaron en la política mexicana...?
A.P.- No. Y sospecho que profesaron una excesiva fidelidad al PRI. Estaban agradecidos por el trato recibido, lo comprendo. Y Lázaro Cárdenas fue, para ellos, como un padre. Sin embargo, a partir de la matanza de estudiantes, en la Plaza de las Tres Culturas, en el sesenta y ocho, los hijos de los exiliados se alejan del PRI. No he leído ningún documento, claro, pero lo presiento. López Obrador, el candidato del PRD a la presidencia en las elecciones del 2006, muy probablemente lleve en sus venas sangre del exilio o, al menos, mallorquina.
L.C.- ¿Dónde se reunían los exiliados de las Illes Balears?
A.P.- En el Orfeó Català, un centro de acogida. Y en bares. Aún existe uno de ellos, el Tupinamba. Pero de aquellas tertulias en las que se denostaba a Franco y se hablaba de la tierra, no queda ni rastro. Ni una foto o un documento en la pared... ¡Nada!
L.C.- La gran ciudad se tragó vidas, historias y recuerdos.
A.P.- Así es. Queda alguna placa que hace referencia al exilio español, pero suele estar en instituciones culturales, no en la calle. Los estudios sociales del Colegio de México, que fue fundado por españoles, es un referente para toda América Latina. ¿Qué más puedo decirle...? Una de las bibliotecas de CIESAS...
L.C.- ¿Qué es CIESAS...?
A.P.- Un centro de estudios históricos. Pues bien, una de las bibliotecas lleva el nombre de Àngel Palerm, el etnólogo ibicenco. Y otra, el de Joan Comas...
L.C- De los sesenta y nueve exiliados que usted ha contabilizado ¿cuántos regresaron?
A.P.- Cinco. Los demás murieron en suelo mexicano. Si doloroso es que no volvieran, más lo es que aquí no se les tenga en cuenta. Una calle, en Eivissa, lleva el nombre de Àngel Palerm. Y creo que en Menorca, no sé donde, hay otra dedicada a Joan Comas. Todo queda ahí, en jirones de memoria...
L.C.-...
A.P.- Pero no existe nada que nos recuerde la tragedia de un pueblo que tuvo que exiliarse porque perdió su libertad. Un monumento. ¡Qué sé yo...!