Carles Molinet | M. À. Cañellas

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La trayectoria teatral de Carles Molinet se inició en los años ochenta. O sea, en tiempos áridos para la escena. Los teatros -exceptuando el tirón en taquilla de Xesc Forteza- estaban prácticamente vacíos, y los actores dudaban entre seguir la estela de los grupos catalanes abonados a la espectacularidad -Els Joglars, Dagoll Dagom, Comediants-, refugiarse en la representación de los textos europeos -Shakespeare, Chéjov, Molière- porque los de autor catalán les provocaban sarpullidos, o sobrevivir con las migajas del teatro costumbrista. Carles Molinet optó por hacer las maletas y largarse a París y después a Londres. En París estudió en "L'École Internacionale de Théatre", de Jacques Lecoq (1995-1996) i, en Londres, en "L'École de Théatre Philippe Gautier" (1995-1998).
Años atrás había participado, en Palma, en la fundación de Iguana Teatre (1985), un grupo que funcionaba en régimen de cooperativa y que trabaja en el Teatre del Mar (1990) situado en la antigua Sala Rex del Molinar.
Carles Molinet ha trabajado principalmente a las órdenes de Pere Fullana (Manacor, 1961) y ha interpretado, entre otros, papeles de Molière, Wilde, Chéjov y Shakespeare. Ha hecho cine -La Senyora, de Jordi Cadena/ Bert, de Lluís Casasayas- y gestión teatral.
Desde 2006 dirige ESADIB, una escuela de arte dramático que a finales de junio dará sus primeros frutos: dieciséis nuevos actores que se integrarán en un entorno profesional mucho más amable del que él halló.

Transmite sensación de seguridad. Probablemente ha pasado de hippie a yuppie sin darse cuenta. Pero fue y sigue siendo actor. Carles Molinet (Palma, 1963) estudió con Jacques Lecoq (París, 1993-1994) y con Philippe Gautier (Londres, 1995-1998) e hizo un posgrado en gestión y políticas culturales (UIB, 2005-2006). Desde 2006 dirige la Escola Superior d'Art Dramàtic de les Illes Balears. Acude a la entrevista en mangas de camisa. Le pregunto por la corbata. Me responde:
Carles Molinet.- Casi nunca uso. Aunque me la puse en las dos primeras clases que impartí en ESADIB. Luego me la quité. Me siento más cómodo sin. Pero no tengo prejuicios de clase.
Llorenç Capellà.- Me lo imagino.
C.M.- Los prejuicios quedaron atrás. Si alguien me sugiere que me ponga corbata, me la pongo.
L.C.- ¿Es de carácter flexible?
C.M.- Sí. Y no sólo en cuestiones sin importancia, sino en las fundamentales. Aún imponiendo tus criterios, los posicionamientos numantinos conducen siempre al fracaso.
L.C.- Usted abandonó los estudios de ingeniería.
C.M.- En segundo curso, es cierto
L.C.- Supongo que tuvo que mostrarse inflexible para hacer valer su opinión ante sus padres.
C.M.- No crea. Es cierto que les añadí una preocupación más a las que ya tenían, porque pensaban que una carrera me facilitaría el acceso a una vida cómoda. Pero así piensan todos los padres.
Y es lógico Por otra parte, en los años ochenta, que es cuando yo me decidí por el teatro, ser actor, en Mallorca, equivalía a lanzarse de cabeza a una piscina casi vacía.
L.C.- Y aún así no se volvió atrás.
C.M.- Si había sido posible la democracia, pensábamos que todo era posible. Los jóvenes nos creíamos en una especie de Renacimiento donde todos podíamos hacer cuatro cosas a la vez.
L.C.- Qué inocentes ¿verdad ?
C.M.- Lo éramos. Actualmente leo "Breve historia de la Guerra Civil española", de Iñigo Bolinaga, y me estoy dando cuenta de que las cosas que pasaban en mi adolescencia tenían una relación directa con el franquismo. Yo fui adolescente con UCD. Ello significa que ya había unas libertades formales que no se respetaban. Aún recuerdo a los grises golpeando a los manifestantes en las Rambles, y yo de la mano de mi padre Aquello me conmocionó. Pero no entendía nada.
L.C.- Mejor para usted.
C.M.- Aún tuve tiempo de conocer el fascismo. En Barcelona, recuerdo a un grupo de falangistas irrumpiendo en la Facultad de Psicología cantando el "Cara al sol". De todas formas, los jóvenes no éramos pesimistas porque teníamos la sensación de que a medida que pasaban los días nos íbamos alejando de todo aquel terror.
L.C.- Estábamos en que usted dejó los estudios de ingeniería por voluntad propia.
C.M.- Fue una decisión espontánea. Me había pasado la noche en vela, estudiando, porque a primera hora de la mañana tenía un examen. Sin embargo, en vez de dirigirme a la facultad, me fui al aeropuerto y me subí al primer avión que volaba hacia Palma. Y me busqué trabajo. Estuve de fotógrafo de prensa, participé en la fundación de Iguana Teatre
L.C.- ¿No se arrepintió?
C.M.- Ni por un momento. Mi futuro hubiera estado en GESA trabajando en energías renovables. Y me gustaba ¡claro que sí! Pero mi lucha era otra.
L.C.- Y se fue a París a estudiar interpretación.
C.M.- La culpa fue de Toni Albà, que había asistido a las clases de Jacques Lecoq y le tenía mitificado. Además, un compañero de Iguana Teatre, Joan Carles Bellviure, se me había adelantado. Vendió sus comics, sus discos, y se largó a París con lo puesto.
L.C.- Y usted, verde de envidia.
C.M.- Tanto como eso, no. Nos telefoneábamos cada semana y me contaba lo duro que era aquello: los gastos del piso, de la comida Aún así, al año siguiente me fui. Me fui yo y se fue Aina Salom, otra compañera de Iguana. Aina disponía de una beca. Yo, de algunos ahorros. En unas pocas semanas nos quedamos a dos velas.
L.C.- Cuéntemelo.
C.M.- Pagué ochenta mil pesetas por una habitación. Y tenga en cuenta que estamos hablando de trece años atrás Así que en los primeros días me sentí pobre y solo. Además, en el bachillerato había estudiado inglés y apenas entendía el francés.
L.C.- ¿Una tragedia?
C.M.- Acrecentada por la creencia europea de que aquel que viene de España tiene el español como primer idioma. En la escuela había unos ejercicios de improvisación en los que teníamos que jugar con la sonoridad de las palabras. Y, claro, los catalanohablantes usábamos el catalán. Y los irlandeses, el irlandés. Y así todos los que pertenecían a un país sin estado.
L.C.- ¿Y cómo reaccionaba Monsieur Lecoq?
C.M.- Estupendamente. Le interesaba la expresión, no el lenguaje. Aprendí más en una clase suya que en cien de otro.
L.C.- ¿Y la cuestión económica?
C.M.- Se medio resolvió. Me hice con una bicicleta y pegaba carteles por las esquinas. También hice de tramoyista y se me pagaba muy decentemente.
L.C.- Si rompe entradas lo habrá hecho todo en el teatro.
C.M.- Ya he roto. Fue en el Teatre del Mar. Aunque reconozco que sirvo más para unas cosas que para otras. Los conocidos me preguntan por qué no me responsabilizo de la dirección de un espectáculo con más frecuencia.
L.C.- ¿Y qué les responde?
C.M.- Que si puedo elegir, elijo la interpretación.
L.C.- Normalmente le dirige Pere Fullana.
C.M.- Sí. Mantenemos desde siempre una amistad sin dobleces.
L.C.- Pero el hecho de que normalmente trabaje con un mismo director ¿va en beneficio del espectáculo o implica una reiteración de los mismos vicios?
C.M.- No me lo había planteado, pero seguro que es positivo. Fullana y yo nos entendemos con una mirada, porque sabemos lo que espera el uno del otro. Y la confianza, en el escenario, es un factor básico para el éxito del espectáculo.
L.C.- ¿Cómo supo que iba a ser actor?
C.M.- No lo supe ni aún lo sé.
L.C.- Pero lo es.
C.M.- Siendo niño vi a Xesc Forteza, y me entusiasmó. Y a Nati Mistral en "Isabel, reina de corazones", una obra de Ricardo López Aranda. Además, en los jesuitas, aprendí a amar la escena.
El Padre Garau se desvivía para promocionar las representaciones escolares. Y el director del centro, don Jaume Llabrés, que también daba clases de literatura, nos hizo leer la dramaturgia de autores prohibidos, como José Ruibal y Antonio Martínez Ballesteros.
L.C.- Ya.
C.M.- Aunque el empujón definitivo me lo dio Jacques Lecoq. Me hizo ver mis cualidades innatas para la interpretación y me señaló un defecto importante. Me consideraba un indisciplinado.
L.C.- No piensan igual sus alumnos.
C.M.- Porque una cosa es lo que soy yo y otra, muy distinta, lo que exijo a los demás. Tengo fama de trabajador y de exigir a los actores que se involucren, no solo en su papel, sino en un proyecto común. Me doy cuenta de que, a veces, puedo resultar pesado.

Sin liderazgo, los proyectos teatrales se quedarían en proyectos. Y el liderazgo no se ejerce sin conocimientos ”

L.C.- ¿Se mueve, usted, entre "el seny i la rauxa"?
C.M.- Sin duda. Y cada día que pasa me domina más "el seny", lo cual no deja de sorprenderme. Pero uno se adapta a lo que le da la vida. Sin liderazgo, los proyectos teatrales se quedarían en proyectos. Y el liderazgo no se ejerce sin conocimientos. Con Iguana Teatre aprendí contabilidad, gestión de personal e infinidad de cosas que están detrás del escenario, aparentemente innecesarias, pero que si fallan el escenario no funciona. ¿Le digo más ?
L.C.- Vale.
C.M.- De repente me encuentro participando en foros en los que no sólo puedo opinar, sino en los que se respeta mi opinión.
Y me relaciono con gente interesada en la gestión teatral como Jaume Colomer, Antoni Benavent o Eduardo Galán. Entre los cuatro fundamos Quaderns Gescènic, una editorial especializada en textos que reflexionen sobre las artes escénicas.
L.C.- ¿Cómo fue que se hizo cargo de ESADIB?
C.M.- Me lo propuso Francesc Fiol, en aquellos momentos Conseller de Cultura. Y no le di el sí inmediatamente. El Govern había decidido abandonar el Institut Ramon Llull y las aguas andaban revueltas. Pero él estaba decidido a que Palma contara con una escuela de arte dramático.
L.C.- Me cuesta tanto creerle.
C.M.- ¿Por qué ?
L.C.- Porque todo lo que hizo en cultura lo hizo mal.
C.M.- Pues si ESADIB es una realidad se lo debemos a él. Al finalizar el actual curso habrá dieciséis nuevos actores titulados. ¡Es la primera promoción !
L.C.- Algo importante, lo reconozco.
C.M.- Sí, porque estamos hablando de un proyecto estabilizado. Y además, necesario. Se da, actualmente, mucho teatro. Y los culebrones de IB3 incorporan muchas caras nuevas. Ello hace que se presente a las pruebas de acceso gente con unas cualidades innatas extraordinarias. Seguro que triunfarán.
L.C.- En eso del triunfo ¿quién tiene la última palabra?
C.M.- El público. En cierta ocasión, Pere Fullana me preguntó qué me hacía continuar en los escenarios. Y le respondí que el público. La opinión de los críticos me interesa, pero menos.
El público: ¡el público manda !
L.C.- Usted estuvo en Londres, aprendiendo de Philippe Gautier.
C.M.- Fue una experiencia inolvidable. Gautier, al igual que Lecoq, está más allá del bien y del mal. Y lo cuestiona todo.
Fue alumno de Lecoq y le admira profundamente. Aún así, le cuestiona. La rebeldía forma parte de su carácter de intelectual inquieto, de artista exigente hasta provocar el llanto.
L.C.- ¿El de usted ?
C.M.- No. A mí se me saltaron las lágrimas actuando en Barcelona, en el Lliure. Siendo estudiante de ingeniería conocí a Rafel Lladó, que trabajaba allí de escenógrafo. Y me llevaba al teatro, me hacía entrar en los camerinos Así conocí a Lluís Homar, a Anna Lizaran Aquel era un mundo mágico, inalcanzable para mí.
Entonces, cuando me vi actuando
L.C.- Se emocionó.
C.M.- Supongo que le pasaría igual a cualquier actor. Sobre todo si ha tenido que ganárselo todo a pulso.
L.C.- ¿Es su caso?
C.M.- Usted dirá. El primer espectáculo que montamos con Iguana se titulaba "Polypus Malignus", de Jordi Begueria. Esperábamos obtener un gran éxito y nos arruinamos.
L.C.- ¿Totalmente?
C.M.- Nos quedamos con lo puesto. Por suerte se nos ofreció un trabajo de cabaret y no sólo pagamos deudas, sino que reunimos dinero para dos montajes que fueron un éxito: "Casament per força" y "Nit de foc". ¡Y continuamos vivos ! En 2010 Iguana cumplirá veinticinco años.
L.C.- Entonces hagan como UM. Brinden con champán, aunque sea por los fracasos.
C.M.- ¿Se refiere al brindis que siguió al abandono del Consell de Mallorca de hace quince días ?
L.C.- Sí. Aunque más que la celebración de un fracaso, aquello fue la escenificación de un ridículo.
C.M.- ¿Me permite que me refugie ahora en Shakespeare ?
L.C.- Hágalo.
C.M.- En casi toda su dramaturgia la conquista del poder va acompañada de la violencia, de la mentira o de la zancadilla.
L.C.- ¿Y ?
C.M.- Saco conclusiones. Y puestos a comparar, mi mundo, el del teatro, con todas sus miserias, me interesa mucho, muchísimo más, que el de la política.