Binissalem despidió su fiesta grande. | Elena Ballestero

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Binissalem despidió ayer su fiesta grande, con la resaca de las carrozas aún latente, entre la emoción y la estupefacción con un militar presidiendo el acto por primera vez en su historia. Y es que la visita del ministro Blanco a Mallorca provocó la ausencia de los presidentes del Govern, del Consell y del Parlament, por lo que siguiendo estrictamente el protocolo establecido el discurso le correspondía a la autoridad de mayor rango, en este caso el comandante general de Balears, Mariano Estaún, que pese a las reticencias de algunos finalmente fue muy aplaudido tras alabar las excelencias de las gentes y los vinos de la comarca, vinos que se encargará personalmente de hacer llegar a Afganistán «para que las tropas mallorquinas destinadas allí puedan la próxima Navidad brindar con los vinos de su tierra».

Han transcurrido cuarenta y seis años desde que el poeta Llorenç Moyà organizara por primera vez una cena en su casa con motivo de la vendimia, encuentro que germinó hasta convertirse en el referente de toda una comarca cuya historia vitivinícola ha trascendido fronteras.

Autoridades

El acto de ayer es quizá el más tradicional y emotivo de las fiestas. A las diez de la mañana las autoridades comenzaron a concentrarse a las puertas de la casa que sirve de sede al Consistorio mientras se realizan las obras de reforma integral en el edificio oficial. Las conselleras Francisca Vives y Josefina Ramis, fueron después del comandante general las autoridades de mayor rango. Los vermadors y vermadores, Miquel Pol, Lluna Manresa, Mireia Pol, Marc Ivan Moyà y Aina Pachón, acudieron acompañaron tal y como manda la tradición a las autoridades hasta la iglesia donde juntos asistieron al oficio.

En la escalinata de la iglesia, una vez concluida la celebración religiosa se procedió a la tradicional pesada de racimos, presentada magistralmente por Maria Antonia Bibiloni. En juego, tres premios de 100 y 75 euros. El binissalemer Bartomeu Pol Alorda se impuso al resto de payeses en el concurso con un racimo de 3.300 gramos y por detrás de él se produjo un triple empate con los racimos de Joan Reus, Oscar García y Ramón García de 3.100 gramos cada uno.

Tras la pesada los vermadors cambiaron sus trajes de fiesta por los de trepitjadors para proceder a pisar la uva que da lugar al mosto joven y ofrecérselo a Nuestra Senyora de Robines, con el objeto de que los vinos del año próximo sean tan buenos como este.

El Ajuntament de Binissalem rindió también un homenaje sorpresa a la agrupación Tall de Vermadors, mientras los puestos artesanos tomaban las calles y en los jardines de la rectoría muchos disfrutaban de la VII Fira del Vi.