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La Peñalba, nombre que se debe a uno de los títulos nobiliarios de la familia de Sonia Valenzuela, volvió a ser escenario perfecto para una reunión de amigos alrededor de una mesa todavía navideña. En La Peñalba se come de lujo, no hay mejor anfitriona, como lo era ya en Pastoritx, de donde nuestra protagonista fue señora durante 25 años.

El escenario de hoy es diferente, pero conserva la elegancia que siempre ha acompañado a esta dama tan mallorquina, aunque nacida en Sevilla, que ha sabido mezclar lo mejor de ambos mundos. Sonia ha querido retratarse por José María Fayos, que quiso durante el almuerzo mostrar el esbozo del que será el retrato de la nueva Sonia, fuerte y elegante, pegada al olivo milenario de la vida. Vida de la que Sonia está enamorada, como yo lo estoy también de vivir cada semana para poder contárselo.

Por cierto, Fayos ha retratado a los tres hijos de Sonia Valenzuela, nacidos España, tres señores como la copa de un pino, en la que es –dicen– una de sus grandes obras. Aclaración para los curiosos, mi retrato hecho por Fayos sigue donde siempre, y ahí seguirá. El arte perdura por encima de nosotros.