El acusado ingresó en el área de psiquiatría del hospital de Son Dureta tras confesar el crimen por teléfono. | Ultima Hora

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Manuel Llinás Fiol estaba obsesionado con el terror y sufría serios trastornos mentales, con episodios de esquizofrenia. El 20 de septiembre de 2002 quedó con su novia Beatriz Garau Hotman, de 25 años, para ver una película de miedo en su piso de la calle Ausías March, en Palma, y al acabar la cinta se abalanzó sobre ella y la estranguló con sus manos hasta la muerte. Después, cogió su teléfono móvil y llamó a la Policía Nacional: «He matado a mi novia». Esta es la crónica de un crimen que causó una honda consternación en aquella barriada y que saldó con el ingreso del asesino confeso en un psiquiátrico.

El hombre, de 35 años, había compartido aquel tercer piso de Palma con su anterior pareja, una abogada con la que las peleas y discusiones eran continuas. De hecho, los vecinos recordaban aquella convivencia como «un infierno» y que los gritos eran habituales, de día y de noche. La casa del sospechoso estaba decorada de una forma muy peculiar: con esqueletos de animales y cuadros de terror, su género cinematográfico favorito. De hecho, Manuel pasaba horas y horas descargando cintas de miedo, que luego almacenaba en sus dispositivos electrónicos, muy avanzados para la época y que tenía repartidos por distancias estancias de la vivienda.

La joven asesinada era una chica muy querida y apreciada. Cuando ocurrió el crimen Beatriz había roto con Manuel, pero el hombre la convenció para verse en un bar próximo a su casa y después la invitó a subir al tercer piso, para ver 'El corazón del ángel', una afamada cinta de Alan Parker de 1987, sobre unos extraños crímenes y magia negra. Al acabar la película, entre las siete y las nueve de la noche, el morador se quedó dormido, pero al despertar se abalanzó de improviso sobre Beatriz y comenzó a estrangularla con ambas manos, al tiempo que le mordía la nariz. La joven mallorquina, que medía 1.60 de altura y era de complexión delgada, no pudo ofrecer resistencia y falleció estrangulada. Ambos estaban desnudos. A ella la cubrió con una camisa y él se vistió. Luego llamó a la policía y lo confesó todo.

La empresa funeraria trasladó los restos mortales de la mujer hasta el instituto anatómico forense.

Cuando los agentes de la Policía Nacional y del Grupo de Homicidios llegaron al céntrico piso palmesano quedaron sorprendidos por la tétrica decoración que se encontraron. Luego, descubrieron el cuerpo sin vida sobre el sofá y procedieron a la detención del sospechoso, que aseguró que habían estado viendo una película de terror, aunque en esos momentos en el reproductor había un conocido western: «El Bueno, el feo y el malo».

El acusado quedó ingresado en el área de psiquiatría de Son Dureta y los médicos forenses comprobaron que presentaban una esquizofrenia paranoide severa y posiblemente el día del crimen había sufrido un brote. En su declaración, el enfermo contó que escuchaba voces en su mente, que le decían que tenía que matar a Beatriz. La jueza encargada de la investigación fue Piedad Marín, titular del juzgado de Instrucción número 4 de Palma, y la fiscal fue Rosa Cosmeli, que reconoció que había padecido un brote cuando atacó a su novia y que, por ende, no debía ser condenado a una pena de cárcel ni ingresar en una prisión.

Los investigadores de la Jefatura palmesana reconstruyeron la vida del criminal y se entrevistaron con vecinos, familiares y allegados. No había sido denunciado por malos tratos, a pesar de que los residentes es su edificio recordaban peleas continuas con su anterior novia. El crimen provocó una ola de condenas y distintas organizaciones convocaron una manifestación de repudio que recorrió algunas calles de Palma. Al final, un jurado popular juzgó a Manuel Llinás, que se pasó buena parte del juicio ausente. Encorvado en el banco de madera y mirando al suelo, como ido. Su abogado defensor fue Carlos Portalo y el de la familia de Beatriz, Miguel Ill Ferrer. Tras quedar demostrado que no estaba en sus cabales, fue absuelto al aplicarle el tribunal la eximente de alteración mental. Ingresó en un psiquiátrico. El thriller de «El corazón del ángel» acaba con el actor Mickey Rourke, el atormentado protagonista, descendiendo a los infiernos. Como Manuel Llinás aquel negro día de septiembre de 2002.