Algunos 'lateros' pasean entre los turistas ofreciendo alcohol.

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Cae la noche en Playa de Palma y los comercios de la zona se aproximan a la hora límite. Los propietarios de los populares ‘supermarkets’ se apresuran a retirar todo el alcohol de las neveras y estanterías. De no ser así, según el Decreto de Turismo de Excesos, deberían cerrar el establecimiento. Las nueve y media de la noche es la hora marcada. La única opción legal para beber a partir de esa hora es acudiendo a los establecimientos de ocio nocturno reglados. Es decir, en un principio el botellón quedaría ‘desactivado’. Sin embargo, llegada la hora límite, la realidad es muy distinta. Los vendedores ambulantes, que durante el día pasean por la playa ofreciendo a los turistas combinados alcohólicos ya preparados, se convierten en ‘lateros’ e irrumpen en las calles de Platja de Palma con cubos llenos de cerveza. El botellón, a pesar de las restricciones, también se abre paso durante la noche.

Tal y como ya explicó este periódico en las dos primeras entregas de este serial de Playa de Palma, el consumo de alcohol es el punto de partida de los excesos. Especialmente el botellón en el paseo que causa una gran suciedad y muchas veces desemboca en peleas y otros problemas difícilmente controlables. Una situación, que principalmente por la falta de efectivos, desborda a los cuerpos policiales que poco pueden hacer ante la avalancha de turistas y delincuentes que se concentran en las calles durante las horas punta. Durante el día, Ultima Hora ya pudo comprobar que estos improvisados botellones se nutren de vendedores ambulantes y ‘supermarkets’, pero quedaba pendiente acudir al lugar de noche para conocer la realidad sobre el alcohol en el arenal palmesano pasada la hora límite establecida en el decreto.

Restricción

Aunque muchos vecinos y algunos hosteleros de la zona aseguran que los comercios, buena parte de ellos regentados por pakistaníes, continúan vendiendo alcohol más allá del horario establecido, no parece ser así. O al menos, no lo hacen de forma sistemática. Son las 23.00 horas y un equipo de este medio se vuelve a adentrar en las calles de la Platja de Palma para comprobarlo. Los ‘supermarkets’ más alejados de la primera línea de playa son los primeros en pasar el ‘examen’. Quizás al encontrarse en calles menos concurridas acceden a vender alcohol. No es así. Al ser preguntados señalan un cartel donde apunta que por ley no tienen permitida la venta de alcohol en horario nocturno. Algunos turistas alemanes preguntan por cerveza pero obtienen la misma respuesta. Las estanterías y neveras llenas de alcohol, que durante el día ocupan una parte importante de los establecimientos, han desaparecido. Ni rastro. Otros turistas se llevan algo de comida o botellas de agua, parece que algunos ya dan la fiesta por terminada. Son una minoría ya que para buena parte de ellos esto acaba de empezar. La noche es joven.

Es el momento de acudir a los comercios de primera línea. De camino, en la popular calle del Jamón y de la Cerveza, aparece el primer vendedor ambulante de la noche. Camina a velocidad ligera con una bolsa de plástico cargada y un cubo repleto de latas de cerveza. Está solo de paso y no ofrece su producto a los turistas que entran y salen de los locales de ocio. En el centro de la emblemática calle se posicionan otro tipo de vendedores ambulantes, casi todos senegaleses, que venden desde camisetas de fútbol hasta unos curiosos gorros con forma de pollo al horno. Estos últimos, según aseguran los propios vendedores, son los más demandados por los jóvenes alemanes. La afluencia de gente va ‘in crescendo’ a medida que uno se aproxima al mar. Al contrario que durante el día, por la noche el paseo no es una zona de fácil circulación. Muchos turistas llevan latas de cerveza en la mano, casi todas de la misma marca. Parece que los populares ‘botellines’ de vodka y refresco, una de las bebidas estrellas durante el día, no son fáciles de conseguir durante la noche. En el primer ‘supermarket’ de primera línea, situado en una especie de galería y a la que se accede por una escalera, tampoco venden alcohol. Sin embargo, en la escalera de acceso hay hasta cuatro personas con sus respectivos cubos. Venden latas de cerveza. Casualmente la marca de cerveza coincide con la que llevan los jóvenes por el paseo. La situación se repite en el resto de comercios de primera línea salvo cuando pasa una patrulla de la Policía Local.

El plan de los vendedores ambulantes de cerveza es perfecto. Si los turistas quieren alcohol para beber en la calle, los ‘lateros’ son la única opción. Tras el intento fallido en los supermercados, los compradores recurren a ellos y aceptan la oferta, traducida al español, de «cerveza un euro».