Un grupo de jóvenes turistas alemanes, en pleno exceso en la Platja de Palma. | ALEX SEPULVEDA

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Una violación en manada y un joven defecando en la cara de otro. Dos noticias que durante las últimas semanas han vuelto a situar Mallorca, concretamente la Playa de Palma, como el epicentro del turismo de excesos europeo. El desfase en Magaluf, que vivió su punto más álgido con el mamading, parece haber perdido protagonismo tras la pandemia y es la popular zona de los balnearios de Palma y s’Arenal la que ahora vuelve a centrar todas las miradas.

Un desfase que se fragua a lo largo del día y que en el peor de los casos termina en manos de la policía. Un turismo de excesos que, como si de combustible se tratara, no es posible sin el alcohol. Casi todo lo malo que pasa en Platja de Palma comienza con la desmedida y despreocupada ingesta de alcohol.

Calentamiento
Las mañanas en los Balnearios 5, 6 y 7, donde se concentra el núcleo duro del turismo festivo germano, se pueden considerar tranquilas. La playa ya no es lo que era hace años cuando los veraneantes plantaban sus enormes altavoces sobre la arena y la convertían en una discoteca improvisada. Evidentemente en estas sesiones matinales no faltaba el alcohol que los turistas compraban en cualquier supermercado cercano. Ya no queda rastro de los clásicos ‘packs’ que incluían un cubo, hielo, alcohol, refresco y pajitas extra largas. Tampoco hay grandes aglomeraciones de jóvenes bebiendo. La Policía Local de Palma está presente desde primera hora de la mañana y tratan de impedir la entrada de botellas de vidrio en la playa y los botellones en el paseo.

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Dos agentes de la Policía Local, con un vendedor ambulante. Foto: Alejandro Sepúlveda

Aún así, el consumo matinal de alcohol no es nulo aunque sí más discreto. Los turistas desfilan a lo largo de la mañana desde sus hoteles hasta la primera línea de playa. Alguno de ellos directamente no han pasado por el hotel y aunque les cuesta caminar no parece que tengan intención de hacerlo. Van en pequeños grupos y equipados con los estrafalarios atuendos del ‘Ballerman’, así llaman ellos la zona del Balneario 6. Los hombres suelen llevar camisetas de tirantes de alguna discoteca de la zona o camisetas de fútbol. Para protegerse del sol, aunque probablemente sea más por cuestiones estilísticas, emplean unas enormes y coloridas gafas de sol que normalmente acompañan con gorros de estilo pescador. El bañador, riñonera y las chanclas de piscina, en algunos casos con calcetines, hacen el resto. Las chicas suelen llevar una vestimenta muy similar aunque prescinden del merchandising futbolístico. Estas vestimentas se pueden ver modificadas a lo largo del día por algunos de los complementos que compran a los vendedores ambulantes que ejercen una presión constante sobre los turistas. Abundan las cadenas, pegatinas, los brazaletes, entre otros muchos.

En esta procesión hacía el alcohol se plantean varias posibilidades: consumir en un local, principalmente se concentran en la calle del Jamón o en restaurantes de primera línea; comprar el alcohol para llevar en algún supermercado; o comprar un combinado a algún vendedor ambulante que pasea por la playa.

Botellón
Aunque los hay que eligen la primera opción, al fin y al cabo es la de consumo legal en un establecimiento reglado, muchos optan por las otras dos dado que presentan precios más bajos. Los turistas acuden en masa a los supermercados de la zona, en primera línea de playa se pueden encontrar cada pocos metros, y eligen entre la amplia variedad que ofrece estos establecimientos. Realmente muchos de estos supermercados se han convertido en verdaderas licorerías donde el espacio dedicado al alcohol, respecto a las dimensiones de los locales, es muy destacado. Aunque por cuestiones legislativas ya no tienen permitido vender los antes tan populares ‘packs’, deben vender las bebidas alcohólicas de forma individual, en algunos de estos locales todavía se pueden encontrar cubos para el hielo y todo el material necesario para beber en la calle.

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Un turista, descalzo y visiblemente ebrio. Foto: Alejandro Sepúlveda

En cuestión de horario también se han visto limitados durante los últimos años y el horario de venta de bebidas alcohólicas es ahora de 8.00 a 21.30 horas. Durante el horario de venta permitido la entrada y salida de turistas es constante. Se llevan latas o botellas que consumen por el paseo o en la playa siempre y cuando no sean vistos por los agentes municipales. Con suerte los residuos terminan en una basura, pero tampoco es raro que acaben en el paseo. La mañana avanza y cada vez es más frecuente encontrar botellas y latas por el suelo o en el muro que delimita el paseo y la arena. Los responsables de las licorerías camufladas en supermercados consultados declinan hacer declaraciones a Ultima Hora para este reportaje.

Venta ambulante

La tercera opción, quizás la más arriesgada a nivel sanitario, es la compra de combinados a vendedores ambulantes. Estos últimos aprovechan que las bebidas que pueden adquirir los turistas en los supermercados pierden frescura o se terminan rápidamente para aparecer con los combinados ya preparados sobre la arena: «¡Mojitos, caipirinha, birra!», cantan a su paso. Son muy escurridizos ante la prensa, tampoco quieren hacer declaraciones, e intentan serlo también ante la policía. Sin embargo, el control que ejerce sobre ellos la Policía Local de Palma es muy grande y raramente pasa un día sin que los agentes procedan a levantarles un acta, aunque a los ambulantes parece no preocuparles demasiado. Ya están acostumbrados.

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Tres jóvenes compran cerveza en un supermercado. Foto: Alejandro Sepúlveda

Tanto la venta ambulante de combinados como el alcohol para llevar de los supermercados supone un prejuicio más que evidente para los hosteleros de la zona, que ven como los turistas se posan sobre el famoso muro del paseo o en la misma playa a consumir. «Claro que nos afecta. Si el botellón estuviera controlado o fuera casi inexistente los turistas consumirían en nuestros locales. Por no hablar de la basura que generan», asegura un hostelero español que prefiere permanecer en el anonimato. Otro hostelero, alemán que prefiere no dar la cara, explica que aunque los turistas beben en la calle también consumen en sus locales y el negocio les funciona bien: «Tenemos la suerte de estar cerca de una gran discoteca y por las tardes no nos podemos quejar».

Fiesta

Llegados al mediodía la ingesta de alcohol se acelera. Los turistas dan por concluido el calentamiento. Sobre las 15.00 horas los grandes establecimientos empiezan a abrir sus puertas. La fiesta de verdad empieza ahora y se va a prolongar hasta la madrugada. La playa queda ya en un segundo plano y los turistas, básicamente alemanes, se concentran en el paseo.

Pasan las horas y el alcohol en sangre comienza a ser más que evidente: discusiones, peleas, cánticos, abrazos y alguna que otra caída. El sol se va poniendo y por las calles de Platja de Palma se empiezan a presenciar un gran número de personas indispuestas que salvo milagro tienen las horas de fiesta contadas. Sobre las 20.00 horas, los turistas abandonan los locales que ya finalizan las fiestas de tarde. Es momento de pasar de nuevo por los supermercados a recargar alcohol, acudir a algún popular establecimiento de comida rápida, y dirigirse de nuevo al muro del paseo donde sigue la fiesta. El botellón alcanza su máximo esplendor en lo que va de día. Al contrario que durante la mañana, la situación se empieza a descontrolar debido a la gran afluencia de gente en la zona y al elevado consumo de alcohol. Los residuos se acumulan. Cae la noche, empieza el desfase total en la Playa de Palma.