Miguel Minaya, junto a su nieta, en la terraza de su domicilio en el Camí de sa Milana, en Palma. | GUILLERMO ESTEBAN

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Miguel Minaya, de 81 años, alzaba las manos este viernes por la mañana para tratar de reproducir la envergadura de las llamas que han devorado las tres casas que hay enfrente de la de su hijo, en el Camí de sa Milana, junto al aeropuerto de Palma. «Las llamas eran cada vez más elevadas, podría haber sido una desgracia y hubiéramos muerto todos quemados». El hombre llegó hace cuatro días de Ecuador para visitar a su familia, que reside en Mallorca.

«Mira, amigo. Eran las dos de la mañana y yo me levanté a orinar y vi por la ventana del dormitorio cómo las casas ardían. Comencé a despertar a todos porque podía ser un peligro para nosotros. Por fortuna no nos pasó nada porque el viento iba hacia el otro lado», explicaba el octogenario junto a su nieta pequeña. «Este árbol de aquí», decía señalando un pino, «ardería muy fácilmente».

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El fuego que ha destruido las tres viviendas, según las primeras hipótesis de los investigadores de la Policía Nacional, se habría declarado por un cortocircuito en un taller que se utilizaba como carpintería. Efectivos de los bomberos de Palma han estado toda la mañana apagando rescoldos y ventilando los inmuebles afectados.

Las dos familiares que habitaban en las casas, que se encontraban en mal estado, consiguieron salir a tiempo con sus perros. Uno de los animales desapareció durante el incendio y trataban de encontrarlo a lo largo de la mañana de este viernes. Uno de los ocupantes ha sufrido heridas leves en las plantas de los pies y otro quemaduras en los antebrazos.