La madre del legionario, Chari Cruz, en el paseo de Mallorca. | Alejandro Sepúlveda

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Chari Cruz estaba comiendo en Santa Maria el pasado domingo sobre las cuatro de la tarde cuando le dieron la noticia.
–Me dijeron que venía destinado al regimiento Palma 47 el sargento ese...
El sargento ese al que se refiere la mujer es el supuesto autor del disparo que acabó con la vida de su hijo, el legionario mallorquín Alejandro Jiménez, durante unas maniobras en Agost (Alicante) el 25 de marzo de 2019. El mando ha sido trasladado de manera forzosa a la Isla para cubrir una vacante, pero todavía no se ha incorporado a la base de Jaime II porque está de maniobras en Chinchilla, Albacete.

El sargento estuvo cesado en funciones durante seis meses y ahora ha sido designado como instructor de los nuevos soldados que se han alistado al Ejército. Entre las tareas que le han asignado están las de formar a los militares en prácticas de tiro. La misma función que llevaba a cabo cuando se produjo el incidente en el que murió Alejandro Jiménez. A Chari le cambió el semblante y empezó a temblar cuando le contaron que lo habían trasladado a la Isla. No se lo creyó hasta que el padre de su hijo, Juanjo Jiménez, se lo confirmó. «Me siento engañada, pero sobre todo vapuleada. Mi cabeza no hace más que pensar si habría posibilidad de que hubiera recurrido este destino».

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La madre del legionario, que tenía 21 años, siente que está «poniendo la cara para recibir la siguiente bofetada». La mujer recuerda que su hijo sufrió un impacto directo en el pecho. «Yo pensaba en él ahí tirado y a esta gente intentando orquestar cómo taparse. Nunca voy a perdonar al capitán que vino a abrazarme en Málaga delante del columbario de mi hijo. Para mí, el sargento lo mató y los otros lo remataron con todas las mentiras». La Fiscalía pide siete años y medio de cárcel para el autor del disparo y cuatro y medio para el capitán. A Chari le gustaría preguntarle al primero por qué no reconoció desde el primer momento que disparó a su hijo.

El joven legionario fallecido Alejandro Jiménez Cruz.

El padre del fallecido recuerda que hubo «una barbaridad» de irregularidades. «Mi hijo llevaba el chaleco antifragmentos caducado. La Guardia Civil ha demostrado que pegándole un tiro a la distancia que se lo dio el sargento ese chaleco no paraba el proyectil, pero si hubiera llevado placas balísticas estaríamos hablando de una fisura de costilla. No había personal médico en los ejercicios de tiro y, según la orden de operaciones, los oficiales y suboficiales no participaban con sus armas, sino instruyendo a los legionarios. Los padres de la víctima coinciden en que su muerte no fue un accidente. «Un accidente no necesita mentiras. Cuando escondes el fusil, cuando le dices al juez que no has disparado ni una vez y la Guardia Civil recoge siete casquillos que pertenecen al percutor de tu arma... es jodido tragárselo como accidente», lamenta Juanjo. «Lo que ocurrió es que no se estaban haciendo las cosas bien y se inventaron una historia para que cuadre todo y que no parezca que es una negligencia brutal por la cual perdí a mi hijo».