La víctima acabó siendo operada en el hospital Miguel Servet de Zaragoza. | Efe

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Todo se originó por una disputa nimia entre dos niños durante la celebración de una primera comunión en Zaragoza. La víctima acabó con un vaso de cristal estampado en la cara cuando intentaba poner paz entre ambos en un restaurante de la capital aragonesa.

Por esta agresión, el juez acaba de condenar a Antonio R. B. a dos años y medio de cárcel y 25.298 euros en concepto de indemnización, al considerar que el ataque se produjo de forma súbita, cuando la víctima se encontraba de espaldas y no tenía ninguna capacidad de reacción. Por esta razón, el agresor ha sido condenado por lesiones con un instrumento peligroso.

Los hechos tuvieron lugar en abril de 2017 y las consecuencias fueron muy graves. Según el parte médico, el agredido llegó al hospital Miguel Servet con un traumatismo en el ojo izquierdo con fractura con estallido de la pared medial orbitaria. Dada la gravedad de las lesiones, el hombre tuvo que ser operado de urgencia y pasó cinco días hospitalizado. Pero más larga fue aún su recuperación, ya que tardó seis meses en recibir el alta médica. Además, al hombre le han quedado secuelas, porque además de una cicatriz en la cara tiene dificultades para ver de forma lateral con el ojo izquierdo.

Según relata el juez en su escrito, a raíz de la discusión, la hermana y la esposa del denunciante salieron del restaurante a intentar calmar los ánimos, pero la última fue agarrada por los brazos por un varón, se asustó y llamó a su marido, que es agente de policía. Trataba de mediar el agente cuando recibió el impacto del vaso en el rostro. Éste no se rompió, pero la fuerza del golpe hizo que la víctima empezara a sangrar.

Durante el juicio, el agresor alegó que actuó en defensa propia, puesto que había sufrido un ataque previo. El magistrado deja claro en su sentencia que si alguien le agredió no fue el policía, que solo intentó que todo el mundo se tranquilizara.