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Gionvanni Greco (Palermo 1956) arrasta una fama negra. Durante los años 90 y principios de la década pasada su nombre estuvo relacionado con la mafia. Su detención en Eivissa en 1997 y la negativa del Tribunal Constitucional de extraditarle a Italia provocaron un conflicto diplomático de primera magnitud. Veinte años después vive tranquilo con su familia en Cala Llombards después de haber sido absuelto de todos los delitos de sangre por los que fue juzgado. Por primera vez concede ahora una entrevista después de que el condenado por el asesinato del juez Falcone, Giovanni Brusca, le haya relacionado con pagos al exprimer ministro Silvio Berlusconi.

—¿Tuvo alguna relación con Berlusconi?

—Eso es una novela. Nunca le vi. Nada. En los años setenta [cuando se sitúan esos hechos] yo aún tenía quince años. Nunca me han interrogado. Nunca me han llamado, nunca ha habido un procedimiento contra mí. Nada, absolutamente nada, nada nada. Esas cosas, que digan que era un capo y que pagaba a Berlusconi, me asombran, me río, pero me molestan.

—¿Por qué se lo atribuyen?

—Yo en el 81 dejé Italia. Había problemas allí y vine a España y he formado una familia. Todo lo que digo está documentado, probado en los juicios. Nunca me he escondido de nada, vivíamos en un sitio, trabajábamos, siempre me he movido tranquilamente. En Italia me atribuían todo lo que iba pasando. Yo no me podía defender. No tenía abogado, no estaba allí.

—¿Por qué se vino a España?

—En Italia empezaba a haber problemas. Me dije: si yo quiero formar una familia, aquí no puede ser. Fuimos primero a Madrid y luego a Eivissa en el 82 o 83, compramos una casa. Veo que me atribuían delitos en Italia, no me podía defender y no podía hacer nada. Ya tenía a mi familia y a mis hijos y siempre pensaba, para qué quieres más problemas. Me planteaba entregarme. Pero tenía una condena de 27 años firme, porque me habían juzgado en ausencia y me acusaban de otros dos asesinatos por los que me tenían que juzgar.

—Entonces le detienen en Eivissa en 1997.

—En España había, o hay una cosa que para mí es buena, el acusado se tiene que defender presente en el juicio, una cosa que no pasa en Italia. Estuve unos años, un año y medio en la cárcel. El Constitucional no permitió la extradición porque me habían juzgado en ausencia. Pidieron que me buscara la Interpol, hicieron de todo. Yo estaba aquí, esperaba que se arreglaran las cosas, pero me estaban buscando también por los asesinatos. Me acusaban también de dos crímenes. El juicio se estaba celebrando en Italia y yo no entendía nada. Estaba detenido en España y ya se celebraba el juicio. Me querían extraditar antes de que acabara el juicio y yo, en la época me puse otra vez en rebeldía porque me pareció una injusticia.

—¿Es cierto que se fue en el barco Tomalu en la Colonia de Sant Jordi?

— ¡Sí era un llaüt de cinco metros! (se ríe) ¡Cinco metros de madera! Yo trabajaba en ese barco. ¿Decían que yo me he ido en ese barco? No es verdad.

—¿Entonces dónde estuvo?

— Estuve escondido. No quiero decir dónde.

—¿Por qué se entregó luego en el 2002?

— Cuando me absolvieron el juicio en Italia por los asesinatos yo aún tenía una condena de 27 años firme. Entonces yo me dije, no puede ser, no puedo estar huyendo toda la vida, tengo una familia. Hablé con mis abogados, fui a Madrid y me entregué en la Audiencia Nacional. Estaba de acuerdo con la resolución del Tribunal Constitucional que decía que me tenían que volver a juzgar. Pensa que por fin me iba a poder defender. Sin embargo, me llevan a Italia de mala manera, una cosa rara, sólo para mí. Llego y no respetan la resolución de España. No me vuelven a juzgar. Yo no me di por perdido. Entonces con los abogados intentamos conseguir una revisión del juicio que es algo muy complicado en Italia. Que me aceptaran la revisión del juicio fue una cosa que nos costó muchísimo. Me costó ocho años, me han hecho otro juicio y me han absuelto.

—¿Estuvo mientras tanto en prisión?

— Sí, en Nápoles, en una prisión normal, como Alcalá Meco. Estudié, me diplomé en la cárcel. Hice cursos de cocinero, de delineante. Hasta que revisaron el juicio, la condena ya firme, y me han absuelto porque yo no cometí el hecho. El juez llegó a decir que Giovanni Greco no se merecía estar ni un sólo día en la cárcel.

—¿A qué se dedica ahora?

—Estoy con mis hijos y me dedico a la pesca, quiero tener un barco. Soy libre, no tengo pendiente ni una multa de tráfico.

—¿Por qué cree que le ha pasado todo eso?

— Por mi apellido, mi familia ha estado en cosas. Pero yo cuando crecía me marché. Corté con todo. Luego cuando algún arrepentido hablaba decía ‘Greco’ ha hecho esto o ha hecho lo otro, pero yo no estaba en Italia.