Amparo Juárez, mostrando las sentencias judiciales favorables. | Alejandro Sepúlveda

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«No quiero dinero, ni castigos ejemplares. Lo único que pido es que el juez que instruye mi caso destierre a mi expareja pronto fuera de la Isla o el día menos pensado me encontraran muerta tirada como un perro en la calle», relata Amparo Juárez, un mujer que, sentencia en mano, es víctima de violencia de género.

La pesadilla de Amparo se remonta al pasado 4 de octubre de 2005. Por aquel entonces, su pareja sentimental le asestó una paliza con su hijo de tan sólo 4 años de edad delante. Durante la disputa, el agresor cogió un cuchillo y la apuñaló mientras la mujer trataba de proteger, así como podía, a su hijo que en ese momento lo tenía en brazos. De hecho, cuando acudieron a su domicilio los agentes de la Guardia Civil, uno de los actuantes también resultó herido al ser atacado. El juez dictó una condena de dos años y medio de prisión y la pertinente orden de alejamiento de la víctima.

«Sorprendentemente, en enero de 2008, nada más salir de prisión, los quebrantamientos de la orden de alejamiento se rompen una y otra vez. De hecho, cada vez lo cogen, lo detienen y lo condenan a 12 meses de prisión más por reincidente. Hasta cuatro veces más», añade Amparo.

«El otro día, me enganchó por el cuello y trató de cortármelo nuevamente. En ese momento, mi hijo mayor de 23 años salió en mi ayuda y consiguió que se marchara. Estoy muy preocupada. Se trata de una familia muy conflictiva de gitanos que residen, parte de ellos, en Son Banya y hasta que no me maten no parará», concluye.