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«Lamento mucho haber mentido al principio. Ahora ya no tengo a mi mujer; ella lo hacía todo para mí. Estoy muy triste». Estas palabras de Rudolf Messerer cerraron la vista oral contra el ciudadano alemán acusado de asesinar a su esposa en 2004 en Cala Murada. El jurado se reunirá esta mañana para deliberar si el acusado acabó con la vida de su esposa de forma accidental o intencionada.

Las distintas acusaciones y la defensa mantuvieron ayer sus versiones de los hechos. Fiscalía y las acusaciones pública y popular solicitan 22 años de cárcel por asesinato y tenencia ilícita de armas. La defensa de Messerer acepta este último delito y rebaja el asesinato hasta homicidio imprudente. Su abogado, Carlos Portalo, sostiene que la tesis del asesinato «no es la única posible». Así, argumentó al jurado que hechos como que no se concretaran en el juicio malos tratos previos al día de la muerte de la víctima o que sólo se produjera un disparo avalarían un posible accidente. «Reprocho al señor Messerer que no tuviera cuidado; pero a veces, el azar da y quita», concluyó.

Por su parte, la fiscal Ana Estelles sostuvo que «la trayectoria de la bala es incompatible con la versión de la víctima» y añadió que «la víctima en ningún caso pudo defenderse». El abogado del Estado, José Balbuena, insistió en esta línea y recordó que durante el juicio el acusado cogió el arma para mostrar cómo ocurrió el accidente «y le fue casi imposible accionar el gatillo». También los dos insistieron en que para cargar el arma, es necesario realizar dos movimientos, lo que hace improbable un disparo accidental.

El letrado de la acusación particular, Jaime Campaner, apuntó a otras dos pruebas para cuestionar la hipótesis de un accidente. Por un lado, el disparo siguió una trayectoria descendente, lo que hace improbable un disparo desde la cintura, como afirma el acusado. Además, el acusado tenía en otra habitación la varilla necesaria para limpiar el arma, lo que dice que hacía al disparar por accidente.