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JAVIER JIMÉNEZ Es una factura suelta en un palacio, pero muy reveladora. El último pedido de botellas de vino para la bodega de Reznik le costó al diputado ruso 94.000 euros. Y lo peor es que no pudo disfrutar del buen caldo porque no regresó a Mallorca.

El palacio del diputado consta de tres plantas y tiene un ascensor interior. Acaba en un embarcadero privado y para llegar a él se excavaron dos túneles en la roca, que garantizan la invisibilidad de los invitados. Los túneles están jalonados por figuritas carísimas de porcelana, de una conocida marca. Los dos salones son asombrosos y la habitación privada de Reznik está rodeada de ventanales con vistas al mar. El vestidores es más espacioso que muchos pisos, pero apenas hay ropa. La que hay, eso sí, no es de mercadillo.

La piscina no desentona con tanto lujo obsceno y a la entrada del chalet aparece el Mercedes de Reznik, valorado en 170.000 euros y que apenas ha usado el diputado. La caja fuerte del despacho está oculta y cuando por fin aparece siete agentes se empeñan en abrirla con sus medios. Pasan las horas y sólo consiguen romper dos radiales y dos patas de cabra. Es una caja de última generación, con un grosor de 10 centímetros. Un auténtico búnker. Los bomberos tienen que despedazarla con garras hidráulicas, de las que utilizan para arrancar las puertas de los coches accidentados. Tanto interés no obtiene recompensa y al final se comprueba que la caja está vacía. Otra más pequeña está abierta, pero en su interior tampoco hay ningún documento.