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JAIME MOREDA La riada del pasado miércoles acabó con la vida de una joven danesa, pero las consecuencias podrían haber sido aún más trágicas. Un grupo de ciudadanos, entre ellos cuatro trabajadores ecuatorianos, lograron al rescatar al marido de la fallecida y al hijo de ambos que el número de víctimas mortales fuera mayor.

Marco Antonio Celdrán, de Puigpunyent, que trabaja como palista en la construcción de un chalet en la urbanización Son Serra Alta, a 1'5 kilómetros de del pueblo, bajó en su coche el miércoles hacia las 12'45 horas para almorzar. Una mujer le dijo que un hombre y un niño estaban dentro del torrente agarrados a un árbol. El joven no se lo pensó y subió a buscar a sus compañeros, cuatro ecuatorianos, porque veía que solo no podía hacer gran cosa. Los cinco bajaron tras armarse de cuerdas y vieron cómo otras personas, entre ellas el policía local de Palma Antoni Nadal habían comenzado las labores del dificultoso rescate.

Los accidentados se encontraban en una parte del torrente que, debido a la formación de una especie de isla en el medio, se dividía en dos. Por una parte, el agua circulaba a menor velocidad que por la otra. Padre e hijo estaban en un lado del torrente y el «equipo de rescate» al otro. Dos de ellos lograron llegar hasta la «isla» pero se encontraron con que no podían ni avanzar hacia los turistas ni retroceder hasta donde se encontraban sus compañeros. Ya no había que rescatar a dos, sino que eran cuatro las personas que necesitaban ayuda. La tensión iba en aumento viendo sobre todo que la situación de los dos ciudadanos daneses era cada vez más desesperada.

Con esfuerzo y un gran peligro, ya que durante los intentos de rescate se produjeron momentos de gran pánico ya que más de uno de los participantes en el rescate quedó sumergido bajo las aguas unos interminables segundos, lograron que el padre alcanzara una cuerda que cogió con la mano con la que se sujetaba al árbol mientras que con la otra agarraba al pequeño y logró llegar a la «isla».

Ya estaba hecho lo más difícil pero el peligro aún no había pasado. Tras unas dudas por si lo mejor era que atravesaran la segunda parte del torrente los dos juntos o de uno en uno, se optó por esta segunda solución. El cauce del torrente crecía por momentos. La única forma posible de lograr la salvación era que se tiraran al agua rodeados por una cuerda y que desde la otra orilla tiraran de ella hasta sacarlos a tierra firme. Así lo hicieron y la labor resultó un éxito a pesar de la cantidad de agua que tragó más de uno.

Una vez a salvo, el padre sufrió un desvanecimiento y fue llevado a casa de Antoni Nadal donde esperaron a que llegaran los equipos médicos. El padre sufría un fuerte golpe en un costado, al parecer provocado por el golpe de un árbol, mientras que el niño se encontraba en un mejor estado.

Fue en la casa donde el joven danés preguntó por su mujer. Al principio nadie entendía nada porque no habían visto ninguna mujer. Tampoco el coche en el que éste decía que viajaban. Varios centenares de metros torrente abajo los equipos de rescate se encontraron con la fallecida y el Ford Focus.