Varias personas llevan un ataúd sobre sus hombros entre los escombros de la ciudad devastada de Pisco. Foto: REUTERS

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AGENCIAS La ayuda internacional para los miles de damnificados del fuerte terremoto que sacudió la región centro sur de Perú se incrementa en momentos que las autoridades enfrentan saqueos de la población afectada, desesperada por la escasez de alimentos y carpas donde vivir. Los primeros saqueos y actos de pillaje registrados ayer en Pisco, la localidad más devastada por el sismo, ilustran bien las dimensiones del drama de los sobrevivientes, muchos de ellos obligados a dormir al aire libre desde hace dos días.

La desesperación puso en evidencia las enormes dificultades del gobierno de Alan García para distribuir en forma organizada la ayuda local e internacional que viene recibiendo.

García lanzó un enérgico llamado público a la calma para evitar un desborde popular y garantizó que nadie se quedará sin recibir agua, alimentos y carpas. «No hay que caer en desesperaciones exageradas sabiendo que el Estado está presente y que nadie va a morir de sed y nadie va a morir de hambre, eso puedo garantizarlo», señaló el mandatario.

El presidente explicó que la demora en hacer llegar la ayuda externa, que recién empieza a ser recibida en Lima, se debe a que su gobierno priorizó la evacuación de más de 400 heridos graves a hospitales de la capital peruana.

Las cifras extraoficiales de damnificados fluctúan entre 60.000 y 200.000 en Ica, Cañete, Chincha y Pisco, las ciudades más cercanas al epicentro.
El fuerte terremoto dejó más de 500 muertos hasta el momento, aunque existe el temor de que el balance aumente conforme se remueven los escombros de miles de casas derrumbadas.