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Hasta hace ocho años, Jaume Mesquida era productor de vino. Un accidente al alba en una carretera secundaria de Mallorca -cree que se quedó dormido al volante y que no llevaba puesto el cinturón de seguridad-, lesionó su médula postrándolo en silla de ruedas. Ayer aconsejaba a conductores sometidos a control de alcoholemia que nunca se pongan al volante habiendo consumido sustancias que disminuyan las capacidades psicofísicas.

En una rotonda elevada sobre el Pla de Sant Jordi comenzó ayer la campaña para la prevención de accidentes de tráfico que responde al lema «No corras, no bebas, no cambies de ruedas». Mientras los agentes de la Guardia Civil invitaban a los conductores a pasar el test de alcohol en el organismo, tanto Jaume como Matías Bosch -víctima de enfermedad medular no traumática desde la infancia-, hablaban brevemente con los sorprendidos chóferes para recordarles que cuatro de cada cinco lesiones que cercenan la movilidad de los humanos derivan de accidentes de tráfico.

«Casi siempre por incumplir los reglamentos con actuaciones imprudentes, nosotros somos la muestra de lo que ocurre en las carreteras si no se controla la velocidad y se consume alcohol», le dice Jaume a una conductora.

Ella no sabe que su interlocutor tiene una pierna quemada por el agua caliente de la ducha. Sin sensibilidad por debajo del diafragma, supo que algo iba mal al oler su piel chamuscada.