Barber Pons, a la izquierda, junto a su socio Antonio Tur. La Guardia Civil llevaba un año tras él.

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Anochece. La temperatura exterior es agradable y el mar está en calma. A 3,5 millas se divisa Cala Galdana. «Buenas tardes don Alberto Barber Pons. Queda detenido por tráfico de drogas». Son las 20.15 horas del miércoles. Dos tenientes y dos agentes antidroga de la Guardia Civil acaban de abordar eCap Horn, que navega con 3.780 kilos de hachís en aguas menorquinas. Un helicóptero sobrevuela esas coordenadas, expectante, y una patrullera se mantiene a pocos metros, lista para actuar. El aludido, pese al espectacular asalto, no pierde la compostura. Es Barber Pons, 'el Caballero', el mayor contrabandista de Balears. Baja la cabeza, extiende los brazos y encaja humilde su derrota. La mueca dura sólo unos segundos, pronto se recupera: «¿Os pongo un cubata?».

El 'capo' del hachís es una rara avis en el panorama actual de narcotraficantes. Un experto en la lucha antidroga lo explicaba ayer de esta manera: «Barber Pons es otro mundo: es inteligente y es el mejor, el número uno. Casi nunca comete errores y lo más curioso es que es un caballero, todo un señor. Nos quiere mucho, aunque parezca difícil de creer. Es un viejo contrabandista abocado al tráfico de hachís y nunca tocará la heroína o la cocaína. Lo encuentra algo sucio, porque él tiene un código moral muy estricto».

En realidad, hay algo de admiración policial hacia la figura de 'El Caballero': «Investigarlo es un placer y al mismo tiempo un suplicio, porque pone el listón muy alto. Hemos estado más de un año tras él, sabíamos más de su vida que él mismo», bromea uno de los efectivos que participó en la 'operación Musenyes'.

Nació hace sesenta años en Maó y toda su vida se ha dedicado a los mismo, es decir: a traficar. Primero con el tabaco, cuando todavía era un buen negocio, y luego con el hachís. A finales de la década de los noventa desembarcó 2.600 kilos de 'chocolate' en su isla natal, pulverizando todos los récords de alijos anteriores. Lo cazaron y cumplió condena en prisión. Años después, ya en la calle, siguió ampliando su leyenda. Consiguió otro desembarco espectacular y finalmente fue capturado, de nuevo. Hacía algunos años que estaba libre y los investigadores tenían la certeza absoluta de que seguía ahí, en la sombra, maquinando su próxima operación: «La cabra tira al monte», ironizó uno de los agentes que más le conoce.