TW
0

L.T./E.L.V.
Los residentes y turistas mallorquines en la zona de Yucatán comienzan a reponerse de los efectos del paso del «Emily».

Una noche muy larga fue la que pasó un joven turista mallorquín, que prefiere permanecer en el anonimato, en la habitación de su hotel, en un segundo piso. Con otros seis amigos de la Península, compañeros de universidad, puso en marcha todos sus recursos de superviviencia para esperar el huracán. Ni corto ni perezoso, y ante la imposibilidad de acudir a una zona de refugio -el hotel decidió no evacuarlos-, colocaron todos los colchones de la habitación contra la ventana. En ese hotel, como en toda la zona, se cortó la luz por motivos de seguridad antes de que entrara el huracán, por lo que la oscuridad se impuso al anochecer y el calor se hizo sofocante en aquella habitación. Para paliar el sofoco, y en previsión de que el encierro fuera largo, llenaron la bañera de agua. En medio de esos preparativos, se mantuvo constantemente en contacto con su madre, en Palma, que seguía atemorizada las noticias que le llegaban desde la península de Yucatán. Fueron horas de angustia en las que la madre intentaba darle consejos a su hijo y movía cielo y tierra desde Palma, contactando con una comisaría de Playa del Carmen y con responsables del hotel, para asegurarse de que quedara garantizada la seguridad de su hijo. Llegada la medianoche, hora de Yucatán, madre e hijo mantenían la última conversación antes de que quedaran cortadas las comunicaciones. La madre respiró tranquila cuando, horas después, las noticias afirmaban que no había víctimas ni heridos entre los turistas.