Momento en el que los sanitarios y la policía sacan de la casa en camilla al agresor. Foto: GUILLEM PICÓ

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P.M/J.J./G.P./E.L.V.
El calor es sofocante, casi plomizo. La calle Berlín, a la altura del número 42, apenas está iluminada y pasada la medianoche un esquizofrénico llamado Farid Antonio Alami Vera camina atropelladamente, repitiendo frases incoherentes. Los vecinos que se cruzan con él no se sorprenden del todo; no es la primera vez que desvaría en plena calle. Sin embargo, nadie sospecha que en una de esas crisis su padre va a resultar muerto.

A las 0,15 horas, aproximadamente, Manuela Vera y Abdeslam Ben-Butaher Alami, el matrimonio que vive en la planta baja, llama a su otro hijo. Farid Antonio Alami, de 40 años, no ha tomado la medicación y su nerviosismo va en aumento. Temen una reacción violenta y no pueden calmarlo. Cuando su hermano llega, Farid Antonio está muy exaltado. También se presenta una dotación de la Unidad Nocturna de la Policía Local y una ambulancia del 061, en previsión de que sea necesario llevarlo al hospital.

En el rellano de la casa el enfermo mental se siente acorralado y se cierra por dentro, antes de que puedan evitarlo. En el interior de la planta baja sólo está su padre, un jubilado de 75 años, nacido en Tánger pero ya nacionalizado español. «Me quieren secuestrar», grita el perturbado, cada vez más colérico. La policía rodea la calle, llegan más unidades y tratan de entrar en la casa, sin conseguirlo. El esquizofrénico ha cerrado la puerta por dentro y en un momento dado trata de escapar por el patio trasero. Salta una pared y aporrea la puerta de un vecino de la calle Dido, que no le abre.

Hasta la una y cuarto de la madrugada los efectivos policiales, a los que se han sumado dotaciones del 091, no consiguen entrar en la vivienda y en el comedor se encuentran a Abdeslam Ben-Butaher agonizando en el suelo, en medio de un charco de sangre. Los médicos no pueden estabilizar sus constantes y muere. Junto al cuerpo hay un jarrón destrozado, con el se ha estrellado tras ser golpeado por el hijo. Farid Antonio permanece en una de las habitaciones, tumbado sobre la cama, con sus ropas y manos ensangrentadas. Es esposado y se lo llevan en camilla hasta el hospital de Son Dureta. Manuela, la madre, pasó la noche en casa unos vecinos, sin saber que su marido había fallecido.