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El mallorquín Miquel Àngel Ramón es médico desde hace diez años, perteneciente a la nómina de Médicos sin Fronteras. Lo conocí en Burundi, hace una década, cuando fuimos con «Veïns Sense Fronteres». Por esa época, Miquel Àngel acababa de entrar en la organización y desde entonces no ha parado de viajar a prestar ayuda, siempre a puntos calientes del globo terráqueo, como Burundi, Ruanda, Kenya, Mali, Mozambique, Balcanes, Irak -«de donde salimos antes de que nos mataran a tiros», recuerda- y ahora aquí, en el norte de Sumatra, una de las zonas afectadas por el maremoto del pasado 26 de diciembre.

No obstante, Miquel Àngel nos explica: «Ahora mismo, Médicos del Mundo tiene dos frentes abiertos en esta zona de Sumatra. Uno en esta provincia atendiendo a enfermos en clínicas esparcidas en diversos pueblos y, sobre todo, a los desplazados, a los que damos asistencia médica. Y el segundo en la mencionada costa oeste, donde sin carreteras, y sin comunicación, esa gente está prácticamente sola, sin ayudas de ningún tipo, y sin apenas asistencia. Sólo la que les puede ofrecer un compañero destacado allí».

En los días que llevamos en Banda Aceh hemos coincidido dos veces con Miquel Àngel. Siempre con prisas, pues tanto a él como a mí, cada uno en lo suyo, el trabajo se nos multiplica.

En cuanto a la magnitud de la tragedia, Miquel, que ha visto cosas terribles a los largo de estos diez años que lleva enrolado en Médicos del Mundo, reconoce que «jamás había visto nada parecido a lo que estoy viendo aquí. Hay que estar ahí para saber cómo es. No basta con que te lo cuenten. Etsumani ha dejado un tremendo saldo a su paso por esta provincia: 12.000 muertos, entre 70.000 y 80.000 desaparecidos, puede que haya algunos más, y más de medio millón de desplazados, gente que se ha quedado sin casa, y muchos sin familia y sin nada». «Si esto lo comparamos con Irak, veremos que tampoco nada tiene que ver. Aquello es una guerra, son dos bandos, esto es una tragedia natural de gran magnitud», añade el médico mallorquín.

Hemos podido comprobar que se trabaja con mucha lentitud, sobre todo en los lugares más afectados, la llamada 'zona cero'. Hay efectivos de distintos ejércitos trabajando en el lugar, como el alemán, el italiano, el australiano o el francés. Los del Ejército español llegaron ayer y empezaron a trabajar inmediatamente.

Miquel Àngel Ramón indica que «de pronto llegaron muchas ayudas y había poca gente para organizar todo esto. Ahora están más preparados, la gente sabe con lo que cuenta y lo que puede hacer, por lo que poco a poco iremos viendo el progreso».

Bernardí Coll, presidente del Fons Mallorquí de Solidaritat, presente en la conversación, pregunta a Miquel Àngel Ramón si pueden echarle una mano con algo de lo que han traído a Banda Aceh. «No estaría mal que algo se fuera hacia la zona de la costa oeste, donde lo están pasando muy mal, aunque antes sería mejor evaluarlo», contesta el médico mallorquín, que queda en decirle algo al día siguiente «siempre que logre contactar con mi compañero, pues es él quien sabe las necesidades que hay en ese lugar».

Por lo demás, el día transcurre sin grandes sobresaltos. Bernardí Coll y los bomberos se quedan en el cuartel general sacando barro de lo que fueron laboratorios -cabe recordar que vivimos en la Facultad de Medicina-.

He recorrido la zona cero en el coche de Nashir, y se confirma que hay más efectivos trabajando, en especial en zonas próximas a la gran mezquita. Se siguen recuperando cadáveres, que son trasladados en camiones a la fosa común abierta en las afueras de la ciudad. A las dos de la tarde, que es cuando me encamino a la oficina de prensa, mi segunda casa en Banda Aceh, comienza a llover de nuevo.

A la tragedia de este pueblo se suma cada día la lluvia, torrencial dicho sea de paso, que se prolonga hasta la madrugada, y que no contribuye para nada al restablecimiento de la vida ordinaria, sino todo lo contrario. Las calles se transforman en tremendos barrizales y retrasa las labores de desescombro.