PEDRO PRIETO
Ya estamos en Banda Aceh y, por primera vez desde que el pasado
miércoles salimos de Mallorca, siento escalofríos, no sólo de lo
que veo, sino al pensar la tragedia que aquí se ha vivido, y que se
sigue viviendo. Escribo estas líneas después de dieciséis largas
horas de trayecto desde Medan. Huele a quemado, tenemos que llevar
mascarillas, no hay fluido eléctrico (espero poder mandar esta
crónica) ni, por supuesto, ciber cafés, aunque eso sería ya mucho
pedir y, visto lo que veo, es lo que menos me importa. Desde
pequeño siempre me han hablado del infierno y uno se lo llega a
imaginar como algo espantoso, cruel y ahora, al levantar la vista,
me cuesta pensar que eso no es el infierno. Estamos en la Facultad
de Derecho de Banda Aceh o, perdón, en lo que queda de ella, y
podemos sentirnos privilegiados. Hemos iniciado el viaje a las
nueve de la mañana, el Fons Mallorquí, Bombers Sense Fronteres y
Bomberos en Acción. Montados en tres camiones, con todo el
material, y delante otro camión con indígenas que nos abre paso.
Los indígenas son nuestros guías. En el trayecto ha habido paradas.
Hemos visto a gente haciendo música con cualquier instrumento, y
con el único propósito de que les demos algo de comida. Vemos casas
destruidas y siento que estamos en un país musulmán por los
edificios y las mezquitas.
La ayuda de Mallorca llega a Banda Aceh, epicentro de la catástrofe
La expedición balear se ha encontrado con una zona sumida en el caos, donde siguen apareciendo cadáveres
16/01/05 0:00
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