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PEDRO PRIETO
Ya estamos en Banda Aceh y, por primera vez desde que el pasado miércoles salimos de Mallorca, siento escalofríos, no sólo de lo que veo, sino al pensar la tragedia que aquí se ha vivido, y que se sigue viviendo. Escribo estas líneas después de dieciséis largas horas de trayecto desde Medan. Huele a quemado, tenemos que llevar mascarillas, no hay fluido eléctrico (espero poder mandar esta crónica) ni, por supuesto, ciber cafés, aunque eso sería ya mucho pedir y, visto lo que veo, es lo que menos me importa. Desde pequeño siempre me han hablado del infierno y uno se lo llega a imaginar como algo espantoso, cruel y ahora, al levantar la vista, me cuesta pensar que eso no es el infierno. Estamos en la Facultad de Derecho de Banda Aceh o, perdón, en lo que queda de ella, y podemos sentirnos privilegiados. Hemos iniciado el viaje a las nueve de la mañana, el Fons Mallorquí, Bombers Sense Fronteres y Bomberos en Acción. Montados en tres camiones, con todo el material, y delante otro camión con indígenas que nos abre paso. Los indígenas son nuestros guías. En el trayecto ha habido paradas. Hemos visto a gente haciendo música con cualquier instrumento, y con el único propósito de que les demos algo de comida. Vemos casas destruidas y siento que estamos en un país musulmán por los edificios y las mezquitas.

Hemos llegado agotados, pero felices de haber cumplido nuestro objetivo. Las ayudas de Mallorca -del Fons, los Bombers, la compañía Futura, el Govern y el Consell- servirán para paliar por lo menos en algo todo el sufrimiento que padecen miles y miles de personas. Hay mucha destrucción, se siguen sacando cadáveres de cualquier lado, hemos visto barcos a unos dos kilómetros del mar... Dicen que esto era antes una zona turística y tenemos que creerlo. Nos dicen que, según los cálculos, en Banda Aceh ha habido unos cien mil muertos, y -añaden- que son cifras optimistas. Supongo que me dirán ustedes que no les interesa, pero me he dado un trompazo con una caída absurda por la ausencia de luz. Estamos en el norte de Sumatra, las calles están llenas de barro, tenemos que protegernos cada segundo de los mosquitos... ¡Dios!, ahora entiendo esa reflexión de que el hombre y la mujer son capaces de aguantar el sufrimiento hasta límites insospechados, y no lo digo por nosotros porque, ya se lo he dicho, podemos sentirnos privilegiados. Hace un rato, cuando veía una escena de un grupo de gente transportando un cadáver, me he acordado de un libro que leí hace años, un libro de Ernesto Sábato: «Todas esas muertes...». En fin, perdón si les resulto pesado. Lo positivo es que ya estamos aquí y que Mallorca, una vez más, ha dado muestras de su solidaridad cuando hay que hacerlo. Por si fuera poco, Médicos Sin Fronteras ha alertado del rápido aumento de casos de tétanos entre el medio millón de desplazados en Indonesia. Debido a ello se han puesto en marcha campañas de fumigación para evitar el brote de epidemias. Aquí, en Banda Aceh, se ha vacunado contra el tétanos a decenas de personas. Nos han dicho que al menos ocho personas han muerto por el tétanos. Nosotros estamos vacunados, pero no hay vacuna para el horror y caos que estamos viendo.