«El abuelo», un indigente amigo del fallecido, señala dónde encontró el cadáver. Foto: ALEJANDRO SEPÚLVEDA

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Antonio Cid Pérez era insomne y con las primeras luces del día, a eso de las seis, salía de su chabola frente al edificio de Gesa y se dirigía al semáforo ubicado delante de la escultura de Nuredduna, en el inicio del Passeig Marítim. Ayer por la mañana, un compañero suyo, apodado «el Abuelo», descubrió su cadáver con un fuerte golpe en la cabeza, a 50 metros de Ifebal.

«Estaban tendido boca abajo, con la cabeza llena de sangre y un golpe en la sien izquierda», explicó a este periódico el indigente que lo encontró. «Eran las ocho y media de la mañana y nadie sabe lo que le pasó. Luego vino la policía y nos hizo preguntas», añadió Juan José Losada, el mendigo de 64 años conocido como «el Abuelo». La noche anterior Antonio Cid, que estaba separado y tenía una hija en Orense, su ciudad natal, se había emborrachado, algo habitual para él. «Se podía beber tres y cuatro litros de vino rosado al día, y luego iba dando tumbos», refirió Juan, otro vagabundo que frecuenta la zona de Patronato Obrero y que había compartido techo con el fallecido.

Sus conocidos señalaron que la salud de Antonio, sobre todo en los últimos tiempos, se había resentido, a pesar de su relativa juventud. Y su afición por la bebida no le ayudaba en absoluto. Cuando iba sobrio pasaba horas en el semáforo, vendiendo pañuelos de papel a los conductores. Ayer, sin embargo, no llegó al tramo donde sacaba unos euros.

Su cuerpo apareció en una esquina, junto a sillas y algunos enseres cochambrosos, propiedad de los mendigos de la zona, y a un metro de él se encontró su bolsa con los pañuelos. El Grupo de Homicidios se hizo cargo de la investigación y los agentes, a las nueve de la mañana, examinaron el cadáver en busca de señales de violencia. Una comisión judicial y el forense acudieron al escenario del fallecimiento, y la hipótesis inicial de un posible crimen dio paso, después, al convencimiento de que Antonio Cid cayó accidentalmente y se golpeó la sien.