Los turistas continuaron tomando el sol en las calas a pesar de los daños.

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Tras la tormenta, ayer no llegó la calma a cala Sant Vicenç, en Pollença, sinó numerosas máquinas y mucho, mucho trabajo. Decenas de vecinos y propietarios de locales de la zona se pusieron manos a la obra para arreglar cuanto antes los graves daños ocasionados por la tromba de agua del pasado viernes.

«Siempre llueve sobre mojado». Esta es la sensación que domina entre los vecinos de la pequeña cala, quienes, sin haber olvidado todavía el temporal que en noviembre les arrasó centenares de pinos causando daños millonarios, vieron el viernes cómo el mal tiempo volvía a castigarles.

Mesas, sillas, telas, cortinas, colchones, muebles, estanterías, ropa... fueron sacadas de sótanos y plantas bajas de la calle que discurre paralela al torrente de Can Botana para ser limpiadas de barro y airearse al sol de la mañana. «Tenemos trabajo para varios días, quitar el barro no es nada fácil», explicó Gabriel Seguí, propietario de un local de la zona que recordó que «en la cala ya hubo inundaciones hace unos 15 años» y criticó duramente que, entonces, «se estrechara con cemento medio metro del cauce del torrente».