«Vi unas luces que se acercaban y no sabía exactamente qué era.
Pensé que podía tratarse de alguna baliza de señalización, pero de
repente descubrí que era un yate que se acercaba a toda velocidad
justo hacia nosotros. El ferry era más grande y el impacto no fue
demasiado violento. Sin embargo, el barco pequeño salió despedido y
quedó destrozado».
Salvador Meyer, un joven uruguayo, era unos de los 143 pasajeros
del barco de la «Tras» que aguardaba, somnoliento, llegar a
Barcelona en unas cuantas horas. Ni por asomo podía imaginar que
estaba a punto de vivir uno de los accidentes marítimos más graves
de los últimos años en Mallorca. El moderno catamarán llevaba unos
40 minutos de travesía cuando sobrevino el abordaje. Muchos de los
pasajeros sólo se enteraron cuando notaron el golpe, que en
palabras de la mayoría de los viajeros no fue excesivamente
virulento.
Algunos pasajeros temían que el boquete abierto en el casco del
«Milenium» hiciera zozobrar a la embarcación, pero la tripulación y
el capitán los tranquilizaron. La travesía de vuelta duró más de
dos horas y finalmente el catamarán quedó amarrado en la estación
marítima, seriamente dañado y con meses por delante para volver a
surcar el mar mallorquín.
«La verdad es que no nos hace demasiada gracia volvernos a meter
en un barco, porque ha sido un susto muy grande», manifestaron
algunos de los afectados, que matizaron que «sin embargo, cosas
como la de esta noche no ocurren todos los días y lo cierto es que
es casi imposible que dos barcos choquen cuando ya casi están en
alta mar». Sea como fuere, la sensación que se respiraba en el
puerto de Palma entre los pasajeros era de cierto alivio: «Si el
yate nos llega a embestir en la línea de flotación o en el centro
de babor no sé que habría pasado», comentaron, aún con el temor en
el rostro.
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