Hierros retorcidos, planchas caídas, hollín, ceniza y muros agrietados. Nada soportó los 1.000 grados de temperatura. Foto: FERRAN CARBONELL.

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Lo que hasta hace unos días era un flamante pabellón de gimnasia, construido contrarreloj con una estructura tubular innovadora, ha quedado hoy reducido a un estremecedor amasijo de hierros que sólo recuerda vagamente su breve época de esplendor. Ultima Hora accedió ayer al recinto del polideportivo Príncipes de España quemado el domingo y constató los terribles efectos del fuego: paredes resquebrajadas, vigas de acero deformadas y un hollín negro omnipresente que cubre todo el pabellón.

Las instalaciones devastadas se encuentran ubicadas frente a las pistas de baloncesto y de tenis, al inicio de la calle Gremi de Forners. La escalera principal está precintada, pero no evidencia el desastre del interior. A través de las escaleras que dan al primer piso las secuelas del fuego son más tangibles: las grietas en los muros dan una idea de las altísimas temperaturas "cerca de 1.000 grados" que debieron soportar a lo largo de varias horas. En el pasillo dos extintores permanecen sin descolgar, como insinuando que de poco hubieran servido ante la magnitud de aquellas llamaradas que arrasaron todo a su paso.

La imagen más desoladora está por llegar; dos puertas blindadas "ahora carbonizadas" dan acceso al gran recinto. De repente el ojo de buey de una de ellas se desprende por un golpe de viento y cae estrepitosamente; el resto de las instalaciones no son más seguras, todo pende de un hilo y da la sensación de que puede venirse abajo a la mínima, en cualquier momento. La estructura tubular que coronaba el pabellón de gimnasia no existe y sus planchas, en forma de tiras retorcidas, entre plateadas y ennegrecidas, se esparcen por toda la planta. Algunas todavía cuelgan de la techumbre, amenazadoras, y otras han adquirido formas inverosímiles. Las gradas, que cubrían medio pabellón, no se divisan a simple vista, están ocultas bajo una espesa capa de hollín. El hormigón, en algunos tramos, ha cedido y el ambiente que se respira todavía es denso.

Nada se ha salvado de la acción devastadora del fuego y las tareas de desescombro serán arduas, a tenor del aspecto que presentan las instalaciones.