José García se mostró ayer muy sereno y decidido al responder a las preguntas de la acusación. Foto: ALEJANDRO SEPÚLVEDA.

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«Aunque me había hecho mucho daño nunca me propuse matar a la madre de mis tres hijos». José García Coronado, el hombre conocido como «el Ñaco», acusado del asesinato de Andrea Orta Heredia, hecho ocurrido el pasado mes de abril en una finca de Manacor, reconoce que disparó a la víctima con un revólver, pero lo hizo en legítima defensa porque la mujer empuñaba un cuchillo.

El fiscal José Zaforteza y el abogado Fernando Mateas, como acusación particular, mantienen que «el Ñaco» cometió un asesinato, porque disparó a la víctima por la espalda cuando huía por el pasillo. Por ello solicitan 21 y 22 años de prisión, respectivamente. La defensa, en cambio, solicita la absolución.

El acusado se mostró muy sereno y desde sus primeras respuestas siguió la misma estrategia: desacreditar a la víctima y a su familia. José contó que ya no estaba unido a Andrea. Tenía tres motivos para no seguir con ella: Andrea vendía droga, consumía cocaína y salía con otro hombre. Sin embargo, el acusado compartía la misma vivienda. Según él, era por obligación, porque la familia de Andrea se había visto envuelta en un tiroteo y temía que sus hijos pudieran morir en un ataque de los otros rivales. «Mi suegra me pidió que viviera en el chalet y me dio un revólver con munición para defender a la familia». La noche antes de los hechos Andrea y José compartieron la misma habitación, pero no durmieron juntos porque, según él, llevaban más de «un año sin relaciones». Por la mañana su hijo le despertó. El hermano de Andrea le había atropellado con una moto. «Salí para recriminárselo y cuando volví todo el mundo me estaba amenazando». «El Ñaco» se sintió en peligro. «Entré en la habitación y busqué el revólver. Cuando salía vi a Andrea que venía hacia mi con un cuchillo. Le disparé dos tiros». El acusado quiso dejar muy claro de qué forma había disparado y llegó a repetir hasta tres veces seguidas el movimiento exacto que realizó. «No me gustaba estar en aquella casa, pero estaba allí por mis hijos. Quería sacarlo para darles una buena educación, y lo único que recibí fueron amenazas».