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J. JIMÉNEZ/J.F. MESTRE «Mi defendido sigue proclamando su inocencia y yo le creo. Todo se aclarará a su debido tiempo». Ernst Medecke, el abogado de Andreas Ingo Okulus, insistió horas antes de la detención de su cliente que éste no había acabado con la vida de María del Carmen del Salto y añadió que confiaba plenamente en la versión de los hechos que dio ante la policía alemana.

Andreas Ingo, hasta el momento de su detención, ayer por la tarde, permanecía «recluido» en su vivienda de Hamburgo, un pequeño piso ubicado en un caserón de tres plantas. Los medios de comunicación de aquel país llevaban tres días «cercando» el edificio y Andreas, ante una expectación tan inusitada, decidió no salir ni para hacer la compra. Su esposa permaneció todo este tiempo junto a él, pero parece ser que la tensión fue en aumento y se negó con malos modos y perdiendo los nervios a hacer cualquier tipo de comentario a la prensa.

Su detención se intuía inmediata y el bombero, que había pedido unas vacaciones en su trabajo, sabía, desde que el miércoles apareció el cadáver, que no pasaría mucho tiempo en libertad. Sus horas estaban contadas y el jueves por la mañana su abogado, Ernst Medecke, visitó la vivienda. A su llegada al piso dijo a los periodistas que se trataba de una visita breve, «de diez minutos», pero la estancia se prolongó durante más de una hora. Andreas Ingo fue puesto al día de los avances de la investigación en Mallorca y a la salida de la casa el letrado apareció acompañado de Ute Sablonski, su esposa.

La mujer, con la que contrajo matrimonio hace pocas semanas, parece ser que ya no regresó al domicilio conyugal. El abogado volvió a contactar con el bombero y comentó a los medios de comunicación que Andreas insistía en su versión inicial; que aquella madrugada del 22 de mayo observó como Carmen del Salto caía por una escalera de un bar y se prestó a ayudarla. Luego la llevó en coche hasta Porto Cristo, en donde vivía, y la dejó «cerca de un monolito». El sospechoso alemán, lejos de derrumbarse, explicó a través de su abogado que no comprendía tanta hostilidad hacia él, porque la había dejado en perfecto estado cerca de su casa mallorquina.