La madre del niño fallecido, junto al cadáver del perro. La mujer tocó el cuerpo sin vida del animal que mató a su hijo. Foto: TVE-1.

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'Copi' murió ayer de una sobredosis de barbitúricos que le habían mezclado la noche anterior con la última comida. El dogo argentino que el pasado mes de enero mató a un niño de cuatro años en Can Picafort tenía que ser sacrificado a media mañana de ayer por una orden judicial. Joan Oliver, el veterinario de Santa Margalida que tenía que inyectarle una dosis letal, llegó a las diez a la perrera para cumplir con su cometido. Pero 'Copi' ya estaba muerto. Su corazón dejó de latir horas antes, después de haber entrado en un coma profundo como consecuencia de los barbitúricos que había tomado. El veterinario explicó que se le habían dado los fármacos porque estaba muy agresivo, para tranquilizarlo, y para que sufriera lo menos posible a la hora de sacrificarlo.

La previsión era que el veterinario inyectara ayer por la mañana una dosis de 'Pentobarbital sódico', un barbitúrico muy concentrado que hubiera acabado de manera casi instantánea con la vida de 'Copi'. La hora fijada para la ejecución era las diez de la mañana. Unos 20 minutos antes se personaron en la perrera la madre y una tia de Francisco Miguel Hiralgo. La madre dijo que tendrían que haber matado al perro cuando atacó a dos niños en el colegio, en septiembre del año pasado «y si hubiera estado bajo tierra, como ahora está mi hijo, no habría pasado lo que pasó». Después la madre tocó el cadáver de «Copi», para asegurarse de que estaba muerto. Poco después llegó su esposo y el padre del niño fallecido. El hombre también quiso tocar el cadáver del perro. Un camión del Ajuntament de Santa Margalida recogió los restos mortales del animal y los trasladó a la finca 'Es Corral d'en Serra', entre Santa Margalida y Arta, donde se procedió al entierro. Se trata de una zona que era utilizada como vertedero de basuras.