Joan Pere Català Roig. | M. À. Cañellas - miquel angel canellas serra

Crea desde Mallorca para el resto del mundo; y lo hace desde una casa-taller ‘escondida’ en un pequeño rincón del Camí des Jardí d’en Ferrer, en la localidad Pòrtol. Rodeado del silencio y la naturaleza del interior de la Isla, Joan Pere Català Roig (Palma, 1973) da forma a sus cerámicas con un estilo artesano que funde tradición y contemporaneidad, unas piezas únicas y auténticas cuya creación está «directamente relacionada con mis emociones, mis vivencias o mi estado de ánimo», confiesa. El artesano recibe en su taller a Ultima Hora tras alzarse con el Siurell de Plata 2023 a la Iniciativa Cultural.

¿Cómo recibe el Siurell de Plata a la Iniciativa Cultural?
— Este premio me toca la fibra sensible, porque es un premio para mi persona, pero también para un oficio como es del artesano, el ceramista. Para mí es como un bálsamo, tiene un punto de ilusión muy grande porque es un premio que te dan en casa y rompe con aquello que dicen de que ‘nadie es profeta en su tierra’. Estoy muy agradecido porque me hace recordar mi infancia, cómo comencé en este oficio al lado de mi madre, hasta hoy en día, todo ese proceso cobra sentido.

¿Cómo se inició en el oficio de ceramista?
— A principios de los años 80, mi madre, por necesidades familiares, tuvo que hacerse cargo de la familia y convirtió su afición por la cerámica en oficio por necesidad. Mi hermano y yo teníamos que ayudar. Después, cuando terminé el COU decidí estudiar este oficio y seguir en el taller con mi madre. Fue una decisión tomada lentamente, sin ninguna obligación en casa. Y acabé viviendo en Pòrtol porque empecé a salir con una chica de aquí y compramos esta casa. Y por casualidad está a pocos metros del lugar donde se saca la tierra para hacer greixoneres.

¿Cómo definiría su trabajo?
— En la escuela aprendí a hacer cerámica artística, pero en mi obra hay un punto muy personal. Es un tema creativo, tengo que tener algo que contar. Luego está la parte del oficio, que es muy sacrificado, de muchas horas y noches sin dormir, todo lo hago con mis manos. Pero el componente artístico siempre está ahí porque lo llevas dentro, tanto para hacer un plato como una pieza de gran formato. Mis series son pequeñas y me puedo centrar pieza por pieza. Mi trabajo también es el reflejo de mis emociones, mi estado de ánimo, mis vivencias. A veces me falta el aire, no puedo respirar, y me pongo a crear. Es una obra muy personal, cuando uno crea a mano puedes identificar al autor solo con un vistazo, porque pones algo de ti muy personal, de tu interior. De hecho, yo hago mi propio barro, uno que se puede comprar en tiendas.

El punto artístico es importante para usted.
— Me gusta que se hable de cultura, porque es algo más que una pieza de cerámica. La uso para contar mis emociones, mis vivencias, algunas me llevan a mi infancia, con mi hermano y yo nadando en una cala s’Almonia sin gente en pleno verano. Todo eso ya no existe. También es verdad que la cerámica está entrando en las galerías de arte, hay un interés. De hecho, ahora estoy preparando una exposición y ya he colaborado con artistas como Albert Pinya.

¿Qué perfil tiene su cliente?
— Son personas con un nivel cultural y adquisitivo a tener en cuenta, a veces una combinación de ambos aspectos, otras veces más uno que otro, pero ambos están ahí. El perfil del cliente es extranjero, y no me gusta, ni estoy orgulloso, pero mi Instagram solo está en inglés porque tengo clientes de Bélgica, Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania, y nos comunicamos en esa lengua. De hecho, no tengo página web, solo Instagram, lo digital es un lenguaje que no controlo, que se me escapa.

¿Qué buscan?
— Buscan un lujo silencioso, porque el lujo real es el que tiene todo el mundo y eso ya no se busca, se busca lo único, lo que solo puedes tener tú. Eso le aporta un valor especial.

¿Tiene el oficio del ceramista un relevo generacional?
— Es curioso, porque hoy en día hay gente muy mayor y otra muy joven trabajando la cerámica, pero de mi generación somos muy pocos.