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Fundido en negro. Cuatro personas han muerto tras desplomarse la terraza de un negocio en la Playa de Palma, en s’Arenal, un enclave histórico del modelo de turismo de masas que enriqueció Mallorca y que ahora es denostado por los indígenas que vivimos las consecuencias del colonialismo turístico. Lágrimas negras de impotencia cuando escuchas el socorrido «se veía venir» que es un habitual cuando ya no hay remedio. Lágrimas de rabia porque se apunta que la causa podría haber sido la sobrecarga de una terraza y lágrimas de reclamación: se ha de llegar al fondo para saber si la reciente reforma que se hizo en el local cumplió con la normativa, o si se hizo a todo correr porque ya estamos a lomos de la nueva temporada turística. O si se permitió el acceso a más personas de las que podía mantener la terraza.

No esperábamos sumar este dolor de muerte de cuatro personas, dos turistas y dos trabajadores a un inventario de desastre tras desastre. Escalofríos da. La misma semana que el gobierno de Prohens da una de cal y otra de arena, es decir, habla de «contención y sostenibilidad» a la vez que reitera que «ni hablo ni hablaré nunca de decrecimiento». «Hablo de decrecer en la oferta ilegal». A ver, señora Prohens, qué es lo que no ha entendido. No se da cuenta de que le va a estallar en las manos esa bomba de relojería porque es insostenible meter a millones de turistas en un territorio que está que revienta. Le gustaría que le entrasen en su casa a hacerse fotos como les ocurre a los dueños de las moradas en la urbanización en Binibeca en Menorca. Quizá se libra si su morada no es tan fotogénica, pero no se relaje, que a la masa es muy fácil manejarla y a lo mejor se vuelve tendencia posar para instagram delante de las propiedades de las presidentas y mandatarios.

Con toda mi tristeza y con el máximo respeto hacia los familiares de los fallecidos en el hundimiento del Medusa, cabe preguntarse si el actual modelo es o no es sanguinario. Sí que es un ecocidio en toda regla. No voy a hacer sangre porque hay muertos, heridos en muy mal estado, porque hay un colapso de emociones, pero a nadie se le escapa que este hundimiento es un aviso: la codicia se paga a un precio muy alto.

Escribo sin saber cómo habrá ido ayer la manifestación contra el actual modelo turístico con un enunciado muy claro en su pancarta principal: ‘Mallorca no es ven’, donde se reclama un giro radical a un modelo que está empobreciendo a la gran mayoría de la sociedad y maltratando a la tierra que nos aguanta. Como sigamos así, nos desplomaremos todos. Hace décadas que nos avisan pero los negacionistas están ganando terreno, copando tribunas, portadas, demasiada presencia en los medios, sobre todo en las redes sociales, que es el campo que sus voceros dominan. Solo pienso lo que decían nuestros abuelos: al enemigo, ni agua. De seguir así, ni a los amigos porque nos estamos quedando secos.