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La mayoría de escritores, buenos o malos, considera fundamental para futuros estudios académicos cualquier cosa que escriban o anoten, incluidas las tachaduras, y guardan bien ordenados y fechados cada papel que pasa por sus manos. Correspondencia, cartas íntimas, fotografías, borradores, notas, agendas, fotografías, esbozos, etc. No tienen ninguna intención de deshacerse de nada, sino de legarlo a alguna biblioteca universitaria, ya que hasta los pañuelos desechables son en su caso cultura. Por tanto, este párrafo acerca de cómo eliminar las propias obras no va con ellos. Pero también hubo siempre escritores atormentados por sus escritos, y con una secular torpeza para deshacerse de sus obras completas, o parte de ellas. Algunos poetas románticos escalaban riscos o acantilados para desde allí en un atardecer ventoso lanzar al mar sus manuscritos con gesto altivo. La alternativa era el fuego, pero claro, tratar los textos como si fuesen castañas asadas no les parecía bastante solemne. El pintor y poeta decimonónico Dante Gabriel Rosetti, cuando su esposa de cabellos rojos Elizabeth Siddal se suicidó con láudano, enterró sus poemas inéditos en su féretro. Para exhumarlos años después, ya con otras amantes. Rebuscado, pero inútil. Complicarse tanto no funciona. Gógol se deshizo de la segunda parte de Almas muertas en una estufa, aunque luego se pasó el resto de su vida abominando (por escrito) de su obra completa. No había forma de quitársela de encima. El borracho Malcom Lowry perdió novelas (Bajo el volcán) en incendios domésticos durante sus legendarias curdas, pero eso sólo sirve para tener que reescribirlas. Celine también perdió cientos de páginas en su huida de Francia, pero perder los escritos no es manera. Alguien los encontrará. Lo de Kafka pidiendo a un amigo que destruyese sus obras es ridículo. El colmo de la torpeza. Para deshacerse de ello basta tirarlo a la basura, sin pompa ni tontería. Lo recomiendo. Y luego no volver a reescribirlo, como hacían varios de los mencionados. Tolstoi reescribía hasta sus diarios íntimos. De los que dos eran falsos, por si los leía su mujer. Con lo fácil que es, si quieres deshacerte de algo, tirarlo a la basura.