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El WhatsApp nos ha salvado de hablar más de la cuenta. Mandas una nota de voz y un pequeño texto y ahorras tiempo para seguir mandando notas de voz y un par de líneas más de texto a otro contacto de la agenda. Cualquier cosa menos hablar. Sin embargo, no siempre es así. Hay cosas importantes en la vida que te reconcilian con las viejas costumbres de comunicarte cara a cara. Es cierto que es en situaciones muy puntuales, pero ocurre. Normalmente son casos urgentes. Sucede a menudo cuando la antena de la comunidad falla y la tele deja de verse de golpe. Entonces no hay ni teléfono ni mensajes ni notas de voz. Empiezas a escuchar puertas del resto de pisos que se van abriendo para descartar si es un problema único de la televisión de cada uno o es una avería común. Si es algo general respiras aliviado porque siempre alguien se encargará de avisar a alguien más para que lo arregle y mientras tanto lo único que tienes que hacer es sentarte delante de la tele a esperar que el milagro se produzca. Sucede más o menos lo mismo cuando de golpe abres el grifo y te quedas sin agua. Suele ocurrir de vez en cuando y no te has fijado si había nota de la compañía de agua o no alertando de la incidencia. Sales al rellano y buscas un vecino para confirmar si tiene o no agua y quedarte tranquilo. Porque si el problema es común alguien llamará a alguien para que lo solucione. El otro día llamé a un hospital de Palma para pedir cita y después de media hora de intentar concertarla con una voz enlatada desistí. Me presenté en recepción y solucioné el problema cara a cara, en persona. No es cierto que las máquinas y la tecnología nos faciliten la vida. Eso lo dicen los que inventan máquinas y tecnología y cobran por ello. Pero no es cierto. Cuando la tele falle, no espere a que una máquina le solucione el problema. Salga al rellano y hable con el vecino.