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El pasado 24 de abril el presidente Sánchez, inesperadamente, anunció que suspendía sus actividades como presiente del gobierno y que se tomaba cinco días para reflexionar si iba a continuar o no. El lunes 29, sin dar explicaciones ni presentar medida alguna, dijo que seguía. La jugada fue preparada con sigilo y rotundidad. Se trataba de conseguir que millones de españoles salieran a la calle a proclamar su fe en el caudillo y su apoyo entusiasta. Pero no fue así. Pinchazo total. Algunos miles en la calle Ferraz y pare usted de contar.

Quiso presentarse como víctima, pero hizo el ridículo al denunciar ataques infames contra su esposa. Le guste o no a Pedro Sánchez, su esposa no puede escribir cartas de recomendación que juzgará un ente público. La abogada Miriam González esposa de quien fue viceprimer ministro británico de 2010 a 2015 dijo claramente: «Si yo hubiese hecho lo mismo que Begoña Gómez me hubiesen quemado en Trafalgar Square. La cuestión no es saber si es legal o no sino si es ético y no conflictivo». El 18 de enero de 2016 dice Pedro Sánchez en un mitín en Cabezo de Torres: «No es no, señor Rajoy, porque el PP solo quiere sumar escaños para perpetuarse en el poder». De ninguna manera podía aceptar Sánchez que Rajoy fuese investido con la abstención del PSOE.

Toda su posterior carrera política ha venido marcada por ese ‘no es no’. Ha venido condicionada por ese espíritu negativo, destructivo. Llegó al gobierno tras una moción de censura contra Rajoy en la que lo importante no era el PSOE sino la coalición de impresentables que la hizo posible. Sánchez no presenta programas para construir sino una política frentista contra algo, nunca a favor de algo o de alguien.
Su objetivo prioritario no es gobernar sino impedir que gobierne la derecha. Quiere estar en el gobierno a cualquier precio, aunque no tenga Presupuestos del Estado. Sánchez le dijo a Rajoy en 2018 que «sin presupuestos no hay nada que gobernar, es como un coche sin gasolina».

Cuando es necesario hoy dice una cosa y mañana defiende la contraria sin tener que explicar porque ha cambiado de opinión. Lo que más le gusta no es gobernar sino hacer oposición a la oposición.
Puede que sea el presidente del Gobierno más atacado de la democracia pero es también el presidente que más ferozmente ha atacado a sus adversarios, convirtiendo en fachas a todos los que disienten de su manera de gobernar. Y ahora se toma 5 días de asueto por cuenta del Estado (inaudito) y vuelve para quedarse y atizar más fuerte a la ‘fachosfera’ y a las ‘galaxias ultraderechistas’. Pues ‘no es no’, ciertamente, no es manera de gobernar.