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Alemania y su nación hermana, Austria, se han alineado con fuerza, casi con fiereza, con Israel y sus tropelías en Gaza y Cisjordania. Como dijo Angela Merkel, remachó Olaf Scholz y secunda toda la clase política alemana, incluidos verdes e izquierdistas, el apoyo alemán a Israel es Staatsräson (razón de estado). Pero a casi todos los demás nos resulta evidente que los remordimientos por haber sido en su día verdugos del pueblo judío (el schuldkult, culto a la culpa) no otorgan derecho a excusar y menos aun a propiciar los crímenes de Israel. Tristemente, sólo una pequeñísima minoría de la ciudadanía alemana exige que «se libere a Gaza de la culpa alemana», y es mirada con suspicacia por ello, cuando no silenciada y demonizada, casi perseguida.

Sorprende esta elemental y radical inversión de los afectos étnicos. Sorprende que Alemania, cuna de grandes pensadores, que ha dado, junto con Francia, a los mayores filósofos de Occidente, haya caído en tan extraña como llamativa simplicidad de pensamiento, y sorprende que el sentimiento de vergüenza nacional por el pasado provoque tan notable ceguera política en el presente. Por supuesto, nadie le pide a Alemania que sea propalestina, ni tampoco antiisraelí, y mucho menos antisemita: se le pide que se alinee con la paz, la justicia y el diálogo, sean quienes sean los protagonistas del conflicto de turno. Como señala el analista indio Pankaj Mishra, «la única sociedad europea que ha intentado aprender de su pasado de agresión tiene claras dificultades para recordar su principal lección».

No se trata de estar a favor o en contra de un determinado grupo humano de forma sistemática, sino de estar siempre en contra de los abusos, matanzas y genocidios. Algún día, Alemania volverá a tener que encarar, dolorosamente, un nuevo error, éste, demasiado parecido al anterior. Tarde o temprano quedará claro quién es David y quién Goliat en la tragedia palestina y Alemania, los alemanes, en un ejercicio de autorreflexión -agravado por reincidente, y por tanto aun más doloroso si cabe-, tendrán que volver a enfrentarse a sus monstruosos fantasmas. Llegado ese día, no será, desde luego, un buen momento para la salud de sus conciencias.