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En la noche del pasado 22 de abril, la «luna de Nissan» asomaba su rostro de plata por entre los nubarrones que a lo largo del día habían dejado ligeros chubascos en Mallorca. En un local alquilado al efecto en la palmesana calle del general Ricardo Ortega, unos 150 judíos mallorquines o residentes en Mallorca celebrábamos la festividad de Pessah. Muchos de ellos, aunque no todos, tenían conocimiento del acto que había tenido lugar tres días antes en el Aula Magna de la Facultad de Educación de la UIB, la universidad pública que pagamos entre todos.

Bajo los auspicios de una fantasmal entidad autodenominada Ciutadans per Palestina y bajo la organización de la Oficina de Cooperació al Desenvolupament de la propia universidad, se celebró una ceremonia de legitimación de Hamás y de condena del Estado democrático y soberano de Israel. Fue, en realidad, un aquelarre antisemita en el que se vomitaron auténticas barbaridades y se señaló -en el más puro estilo fascista- a Laura Miró Bonnín, historiadora doctoranda de la UIB, a quien se calificó de «sionista peligrosa». También se hizo burla y mofa del ‘Manifiesto contra el antisemitismo’ auspiciado por un nutrido grupo de ciudadanos y ciudadanas mallorquines y publicado en Ultima Hora el pasado miércoles. Asimismo, se abucheó al periodista Octavi Cortès quien, en el ejercicio de su trabajo, intentó formular algunas preguntas a los «oficiantes» del acto.

Tal como denunciaba el citado manifiesto, los judíos en general, y también los de Mallorca, hemos sido objeto de toda suerte de descalificaciones y calumnias -verbales o escritas- desde los desgraciados hechos acaecidos el 7 de octubre del año pasado de los que fueron víctimas nuestros hermanos de Israel. En estas ocasión está claro que los organizadores del acto del día 19 han cruzado todas las líneas.

Tanto es así que la Comunidad Judía de Balears y la Federación de Comunidades de España han tomado cartas en el asunto. Nadie ha señalado hasta ahora la responsabilidad del rector de la UIB, Jaume Carot, al tolerar que en lo que debería ser el templo del saber y la tolerancia -nada menos que la Facultad de Educación, santo cielo- se cometan unos desafueros cuyas consecuencias pueden llegar mucho más lejos de lo que ahora pueda parecer. Han sonado todas las alarmas y se han puesto en marcha todos los mecanismos de defensa que tenemos los judíos, dentro y fuera de España. Atentos.