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El otro día un anciano amigo me dijo: «No es más viejo el que más arrugas presenta, sino el que menos ilusiones tiene».

Cuando falta la ilusión de vivir, aunque uno sea relativamente joven, ya es viejo.

Hay gente con pocos años que no tiene proyectos ni ilusiones y ha perdido el sentido de la vida, sin embargo, hay gente cargada de años que se mantiene joven porque no ha perdido la ilusión de vivir y continúa trabajando en aquello que son sus hobbies.

Uno puede tener arrugas, propias de la edad, y poseer un alma tersa y diáfana, con horizontes abiertos, que le mantiene joven de espíritu.

La juventud no es una cuestión de años, sino de talante ante la vida. Uno puede ser un joven viejo, y otro un viejo joven. De lo que se trata es de poseer un alma joven, abierta a la esperanza.