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En Dubái esta semana ha llovido de manera tan salvaje que se han recogido alrededor de 250 litros de agua por metro cuadrado, un récord que no se batía desde hace 75 años. En Omán, el país vecino, murieron 19 personas. En una zona desértica en la que carecen de sistemas de drenaje por la ausencia de precipitaciones, los desastres fueron palpables. Dicen que no será el último desastre. El océano Índico cuenta con unas temperaturas inusualmente altas; al igual que en el Mediterráneo, que lleva un par de años batiendo récords.

Los expertos no han tardado en achacar al cambio climático estas peligrosas trombas de aguas que han inundado el desierto. Algunos mencionaron la afición que tienen en Emiratos Árabes Unidos por sembrar nubes, un bombardeo artificial que consigue engañar a la meteorología y descargar lluvias allá donde hace falta. Aunque esto suponga restar a países vecinos de humedad. Quién sabe si dentro de unas décadas veremos una guerra climatológica en la que robaremos nubes y lluvias a Francia o Portugal. El cambio climático parece una broma para algunos pero hay dos obras literarias que recuerdan una catástrofe provocado por el hombre. Tanto en El mago de Oz como Las uvas de la ira están presentes los efectos del Dust Bowl (o cuenco de polvo), una consecución de tormentas de polvo por el mal uso del suelo agrícola. Una sequía provocó la emigración de tres millones de granjeros de Oklahoma o Kansas y la hambruna en cinco millones de personas. ¿Qué pasaría si cambiara el tiempo y lloviera siempre en Mallorca? ¿Si muriese nuestra posidonia o alcanzáramos los 50 grados? Esa historia aún está por contar.