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Lo único seguro y demostrable es que negros nubarrones se ciernen sobre el horizonte. A partir de este axioma, y puesto que desde la geometría de Euclides sabemos que las matemáticas siempre comienzan con unos pocos axiomas, llevo tiempo desarrollando a ratos libres las matemáticas del negro nubarrón en el horizonte de sucesos. Una teoría de mi invención en la que naturalmente no me invento nada, ya que se basa en los trabajos de matemáticas del nudo (el amasijo) de Vaughan Jones, a su vez derivados del álgebra de Von Neumann. El de la bomba atómica, en efecto, basados nada menos que en los hallazgos del matemático perturbado David Hilbert, padre del llamado Espacio de Hilbert, que con sus infinitas dimensiones abstractas, tanto contribuyó al desarrollo de la mecánica cuántica. Y si lo de las infinitas dimensiones se les hace difícil de imaginar, sepan que en ese espacio matemático también hay zonas y operadores de pi dimensiones. ¡Pi dimensiones! No traten de entenderlo, es peor. ¡Dimensiones decimales! Si en mecánica cuántica funcionan, cómo no van a funcionar en los negros nubarrones que se ciernen sobre el horizonte. Como ven, mis estudios de esos nubarrones están bien fundamentados, y axiomatizados de cabo a rabo. El factor tiempo, por ejemplo, implícito en el concepto ‘se ciernen’. El verbo cerner, o cernir, en su acepción de avizorar y observar, anticipa ya que estos negros nubarrones, si nadie los observa, no existen; si los observa, enseguida se pregunta cuándo se nos vendrá encima la tormenta, con grandes destrozos, y si todavía estamos a tiempo de ponernos a salvo. Una de las preguntas que aspira a responder la matemática del nubarrón. Y ahí es donde entran las famosas pi dimensiones, ya que siendo pi 3’14159… etc., y a las tres dimensiones clásicas hay que unir el tiempo, que es la cuarta, resulta que a ese tiempo sólo le corresponde un exiguo 0’14159…, es decir, una dimensión decimal extraordinariamente exigua, además de imposible de calcular en su totalidad. Exigua, pero infinita; lo típico del factor tiempo. No parece muy lógico, pero cuándo han sido lógicas las matemáticas. Ni falta que les hace. Lo que importa es axiomatizar el nubarrón.