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P. y los seis miembros de su familia vivían a la vuelta de mi casa. Trabaja como cocinera, también cerca, y a veces me ayudaba alguna hora en casa. Los siete fueron desahuciados hace poco. Se repartieron como pudieron, in extremis, entre varias habitaciones realquiladas, sin saber qué hacer con sus muebles.

B., jubilada, vive con su hija B., que trabaja. El lunes las desahucian.

A. era una destacada activista por los derechos animales. Se tuvo que ir a Valencia porque no podía pagar los alquileres insulares.

Mi vecino de al lado y su hijo discapacitado llevan veinte años en su vivienda. Hace poco les subieron de 500 a 800 euros mensuales. Ahora les han comunicado que no les renovarán y que en agosto deben abandonar la vivienda. Se van a la península.

En el último mes he conocido una docena de casos como éstos. Según el portal Fotocasa, alquilar un piso de 80 metros cuadrados en Balears cuesta, de media, unos 1.383 euros. CCOO informa de que el salario medio de Balears en 2022 fue de 21.765 euros (mil por debajo de la media española), 1.813 al mes. Una miserable habitación se va a 600 u 800 mensuales, y eso es lo que cuesta en Ibiza dormir en una bañera o un balcón de un piso patera. Comprar, a partir de 300.000, resulta imposible. Una pareja necesita hoy dedicar un salario completo para tener un techo.

Se señala a los sospechosos habituales: sobresaturación, compras por parte de extranjeros (Golden Visa, por ejemplo), alquiler vacacional y por habitaciones, que deja más dinerito, especulación y, en general, la sempiterna codicia que rige el sacrosanto mercado. Más al fondo, la obsesión por el crecimiento económico perpetuo, pero crecer por crecer es la filosofía del tumor cancerígeno, y estamos ya muy enfermos.

Estadísticamente, hay muchas más probabilidades de que Ud. sea desalojado por su casero o por el banco que por un okupa. Incluso si es propietario, grandes fondos buitre –que ya son los mayores propietarios inmobiliarios en España– acechan las fincas para expulsar a sus inquilinos y continuar ampliando el negocio del alquiler. La emergencia habitacional resulta políticamente un fracaso, socialmente un retroceso y humanamente un drama. ¿Alguien va a hacer algo?