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El otro día, una revista de carácter internacional orientada al turismo generalista hizo público el listado de las mejores Semanas Santas españolas. Ilustrado con procesiones de rúa a la sazón, un destacado recuadro ordenaba los lugares más semanasanteros del país. Con el dedo índice seguí de arriba hacia abajo la enumeración ordinal. Cuando llegué al final me di cuenta de que en aquel elenco no figuraba ninguna población balear. Entonces susurré un improperio. Luego me pregunté cómo era posible que nosotros, uno de los principales destinos turísticos del país, no formáramos parte del acontecimiento de rito pascual. Fue cuando recordé que semanas atrás otro estudio independiente declaraba que Mallorca era el territorio hispano que más acusaba el descenso en el número de creyentes y practicantes en lo que a religiosidad popular se refiere. ¡Blanco y en botella! Fue mi conclusión. Sin embargo, a lo largo de esta semana, nuestras calles se llenarán de procesiones que atraerán gentes de todo tipo, aunque las comparsas de pasión no figuren en los catálogos de las más numerosas y en los elencos costaleros más espectaculares. Tal vez, la Semana Santa que celebramos en Mallorca sea menos folclórica o con una menor apariencia. Tal vez la población local viva estos días con una religiosidad popular diferente. Quizás los primeros pasacalles de aquella lista sean el reflejo de más grandes semanas pero algo menos santas de lo que parecen. El folclore callejero es un bien cultural pero la religiosidad popular es un bien espiritual. A fin de cuentas, de lo que se trata es de vivir estas fechas con lo que ello significan. No vaya a ser que de aquella lista, los primeros sean los últimos y los últimos, los primeros. Feliz Semana Santa mallorquina.