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Durante la primera posguerra, el franquismo implementó un sistema de control de precios y cantidades producidas. La idea que sostenía esta política era que el Estado podía disciplinar a los agentes sociales controlando los mercados. Los agricultores estaban obligados a vender la producción de algunos tipos de cultivos (cupos de entrega obligatoria) al organismo interventor a un precio tasado. Esta Agencia establecía la cantidad que se debía producir por superficie cultivable y a qué precio se debía vender cada producto. A veces se fijaban precios muy bajos para beneficiar a los consumidores. Esto provocó que se redujera la oferta en el mercado oficial, puesto que muchos productores tuvieron la posibilidad de desviar la producción hacia un mercado paralelo -un mercado negro- en el cual las operaciones se llevaban a cabo a precios muy superiores. Es la conocida época del ‘estraperlo’. La escasez en el mercado oficial fue tal que las autoridades franquistas tuvieron que racionar el consumo mediante cartillas de racionamiento. Con los productos básicos a precios astronómicos, la sociedad española vivió una situación límite marcada por la escasez, el hambre y la penuria. La de los cuarenta es, de lejos, la peor década que ha vivido este país en su historia contemporánea.

En este contexto de miseria generalizada hubo quien amasó grandes fortunas gracias al mercado negro. Fueron los grandes productores agrícolas y los intermediarios que podían eludir las cuotas de entrega obligatoria. También aquellos que podían asumir los riesgos de vender a estraperlo porque tenían contactos políticos o capacidad de corromper a los funcionarios. Una generación de nuevos ricos se forjó en esos años del mercado negro. En los años cuarenta los mejores negocios no los hacían los empresarios genuinos, sino los revendedores ventajistas: los especuladores. Los contactos políticos determinaban la orientación especulativa de los hombres de negocios. Los empresarios exitosos de esta época fueron, por tanto, aquellos que basaron su negocio en la escasez y la especulación.

El afán de lucro de quienes especularon con la situación de penuria de la mayor parte de la población durante la primera posguerra inevitablemente recuerda a lo que sucedió en el año 2020, en la pandemia. Los famosos casos de Tomás Díaz Ayuso y Alberto González (hermano y pareja, respectivamente, de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso) o de Koldo García (una persona vinculada al PSOE) ilustran como determinadas personas, aprovechando sus contactos con políticos y funcionarios corruptos, hacen suculentos negocios a expensas del sufrimiento de la gente. Durante el estado de alarma los mecanismos de control de los contratos públicos se relajaron para agilizar las contrataciones de material sanitario. Aprovecharse de esta situación excepcionalmente difícil para hacer un suculento negocio debería parecernos indecente. El problema es que en este país mucha gente justifica esa conducta oportunista: tonto el último. Y por eso creo que tenemos un serio problema como sociedad.