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Toda emigración es un acto de amor.

Anónimo

Una oleada de desprecio sacude al mundo occidental tanto en EEUU como en Europa: el odio hacia el inmigrante. También aquí, este ocupa portadas y noticias si hay oleada populosa sobre la verja culminada de cuchillas, en las playas del Atlántico o en cualquier otra costa del Mediterráneo. Ese desprecio va dirigido sobre todo a los negros. Durante siglos nos dedicamos a cazarlos en sus tierras y a trasladarlos como esclavos para explotarlos en América, cuna de nuestras ambiciones y de nuestra codicia. Ahora, en plena era de la globalización, los negros huyen desesperados de sus países, esquilmados por los blancos, para buscarse la vida o la muerte entre nosotros. Y aquí, les ponemos cuchillas en la verja, les disparamos pelotas de goma o les invitamos a ahogarse ellos solitos. Hay millones en África, esperando; buscando camino para llegar a lo que llaman ‘primer mundo’. Quizás si nos conocieran mejor se quedarían. Son unos seres que navegan en un mar sin agua. Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llanto. La ilusión por lo insignificante nos ha llevado a la indiferencia hacia los otros, a la globalización de la indiferencia. ¡Qué vergüenza!