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Vistas las últimas disquisiciones políticas pretendidas desde el consistorio y/o los gobiernos perentorios y/o pretendientes encargados de regular y/o controlar aquellos espacios públicos que nos competen a los y las usuarios y usuarias de los mismos, y teniendo en cuenta que es más que necesaria una visualización detallada para que los susodichos espacios funcionen de forma correcta y por supuesto agradable para quienes cumplimos con nuestros deberes de ciudadanos cívicos y deseosos de gozar de un lugar privilegiado como son las islas que habitamos (y en este caso, sus respectivas playas), no está de más recordarles a los políticos electos que no es lo mismo en modo alguno el decoro que el descoco, esto es, que está muy bien que para la protección de nuestra palmesana playa se hable de distintas formas de control acerca de gestiones de residuos y/o conductas más o menos cívicas, pero de ninguna manera sería deseable que ese ámbito legislador se extendiese a un ámbito moralizador y/o moralizante en el que lo importante sean las formas y no el fondo. Es decir, en un lenguaje mucho más sencillo y/o entendible: que si de repente tenemos una playa llena de basura o con unas aguas no aptas para el baño (y como bien saben los lectores y lectoras de este periódico, esas cosas pasan alguna que otra vez), no va a servir de mucho que en la misma se puedan mostrar más o menos centímetros de piel más o menos cubierta, sobre todo, femenina. A buen entendedor…