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Los Nigorra, dueños de la inmensa finca de Santa Ponça, esconden una de las historias más inquietantes de la Guerra Civil. La familia sufrió una disputa interna en los años treinta por el clásico motivo: el reparto de la herencia. Uno de los hijos, Arnau Nigorra, usó su poder en Falange para encerrar a su propio hermano Juan y acusarlo de izquierdista peligroso. La batalla se recrudeció hasta poner en serio peligro la vida de los hermanos.

Juan Nigorra Reinés era farmacéutico en Santanyí y tenía 38 años cuando estalló la rebelión militar. Hacía años que libraba una lucha judicial contra su propio hermano Arnau por la herencia de una finca. Este era médico, jefe de la Falange local y alcalde de Santanyí en los años en que la República gobernaba la derecha. Al parecer, se sentía discriminado y maniobraba para dinamitar los negocios de su hermano. Su gran oportunidad llegaría el 18 de julio de 1936.

Arnau fue restituido como alcalde y dirigió la detención de unos 40 izquierdistas, entre ellos su hermano. Lo acusaba de simpatizar con líderes del Frente Popular y pertenecer al sindicato Unión Obrera. El BOIB llegó a publicar la congelación de sus cuentas bancarias. La situación era muy tensa. Los republicanos acababan de desembarcar justo al lado de Santanyí y había orden de neutralizar a todos los sospechosos. Seis originarios del municipio acabarían asesinados.

Juan Nigorra alegó que él y su aparcero siempre habían votado al centro derecha, que tenían relación con Juan March y que su hijo Miguel era de las juventudes de Falange. Gracias a varios testigos, lo liberaron, pero su hermano no descansó. Exigió por carta que le pusieran «vigilancia» porque se trataba de un «individuo peligroso» y lo volvieron a detener dos veces. Al final, Juan ganaría la batalla al denunciar a Arnau por abuso de poder. Demostró su inocencia y Arnau fue cesado como jefe de Falange, obligado a pagar una multa de 5.000 pesetas y desterrado de Santanyí.

Juan pasó la guerra como farmacéutico militar en Zaragoza y prosperó de manera exponencial durante la dictadura. Su nieto Juan Nigorra lo recuerda como «un hombre inteligente con don de gentes y mucha visión para los negocios». Llegó a consejero del Banco de Crédito Balear en 1953 y acabó comprando la valiosa finca de Santa Ponça. Se convirtió así en propietario de la mitad del suelo edificable de Calvià, que se dice pronto. Su primogénito Miguel construyó 54 kilómetros de urbanizaciones, cuatro campos de golf y un club náutico. Juan falleció en 1978 legando un enorme imperio.

En su libro de memorias, Miguel dice sobre la guerra que «muchas de las luchas políticas no eran el resultado de posturas ideológicas, ni tampoco había tantos fascistas ni comunistas, como nos han querido hacer creer. La inmensa mayoría de los desastres personales no son más que el hecho de ‘pasar cuentas’ y nada tenían que ver con las ideas políticas».

El nieto Juan asegura que su familia «pasó página de todo aquello» y los hermanos se reconciliaron. «Nunca los oí hablar de azules o rojos. Tenían una relación cordial. Incluso comían juntos después de misa». «En aquel contexto, cualquier diferencia llevaba a situaciones tan graves como esta. Hoy nos parece impensable».