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Hay dos tipos de callejones sin salida, los filosóficos y los consuetudinarios. Los primeros se suelen llamar aporías, término filosófico que expresa cuando en el trascurso de un razonamiento y sin que el pensador pueda evitarlo, este se vuelve irracional, con graves contradicciones y paradojas lógicas irresolubles. Es decir, inviables. Estos callejones sin salida son muy abundantes y variados, los hay en todas partes (en las matemáticas, la física, la política, la cosmología), hasta el punto de que bien se podría decir que filosofar consiste en escrutar, registrar y trazar mapas de callejones sin salida, a fin de eludirlos en lo sucesivo. Tarea desmoralizadora, pues desde Demócrito sabemos que cuando esquivas un callejón sin salida, te metes inevitablemente en otro. Lo que, menos versados, suelen hacer los partidos políticos, en el Gobierno o en la oposición. Creo que en esas están ahora Sánchez y Feijóo. Los callejones sin salida consuetudinarios, muy corrientes y que tantas veces hemos visto en el cine, lóbregos, con basura y gatos muertos junto a la puerta trasera de un bar de mala nota, son casi siempre falsos, puesto que de un callejón sin salida se sale fácilmente por el mismo sitio que se entró. Salvo que te estén persiguiendo, claro está, y por la superioridad numérica y armamento más letal, te corten la retirada. Gaza y Cisjordania son auténticos callejones sin salida a cielo abierto, sin necesidad de callejón. Lo que nos lleva a pensar que el auténtico callejón sin salida es que alguien te persiga con malas intenciones, pues de lo contrario retrocedes unos pasos y has salido. Y no, no es tan sencillo. Nada es sencillo en los callejones sin salida, porque a muchos (políticos, matemáticos o filósofos), retroceder les resulta impensable, sería reconocer que se han equivocado de camino, les da una vergüenza enorme, temen ser el hazmerreír de las redes sociales. Es decir, que de un callejón sin salida consuetudinario, perfectamente evitable, han pasado a uno mental y filosófico de los del primer grupo, plagado de aporías, paradojas y razonamientos contradictorios. Bueno, razonamientos no, opiniones. Contra las que ya nos previno Epicteto, por cierto.